Oct
El mono
1 comentariosPor casualidad, hace un tiempo me encontré (un fraile me hizo caer en la cuenta) con un precioso cuadro de Pietro della Vecchia que representa a Santo Domingo con un mono. ¿Un mono? Sí, y sujetando una bujía. ¿Una bujía? En efecto. Nunca lo había visto y me fascinó. La leyenda es que Santo Domingo estaba leyendo la Biblia. Seguramente sus pasajes favoritos. O a lo mejor alguno totalmente desconocido para mí de Crónicas o anexos. El demonio se le apareció en forma de mono. La tentación. Se supone que como mono, andaría zascandileando para que no leyese. Y nuestro padre le agarró (le cayó atrás, dicen en República Dominicana, en traducción libre de la locución inglesa) y le dijo, bueno, hermoso, me vas a sujetar la vela hasta que se acabe. Y así fue. El mono aparece ahí aguantando la vela, que, según la leyenda, sujetó hasta que se chamuscó y entonces Santo Domingo le liberó.
Seguro que hay muchas maneras de vencer la tentación. Y o siempre la mejor, a pesar de Oscar Wilde, es caer en ella. Este cuadro me vino a la mente el otro día cuando un comentarista de la radio desgranaba datos económicos sobrecogedores, sobre todo referidos al paro. Y me vino a la mente junto a la acedia, ese pecado que me ha llamado la atención desde que lo he visto retratado por el Bosco en el Prado, esa desgana que cada día es más actual, visto los bastos que pintan (dudo que nadie quiera caer en esa tentación). La acedia es como el mono. Si se la deja trotar nos anula. Habrá que cogerla por las orejas y darle la bujía. Así, incluso es posible que sirva de luz.