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Dic2006Sentidos para 2007
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Dic
de Sixto Castro Rodríguez, OP
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Nos dice Shelley que los poetas son los legisladores no reconocidos del mundo. Los poetas son profetas, no en el sentido de predecir cosas, sino en el de generar poderosas visiones del mundo, de la realidad. Lo que preside la vivencia íntima y común de la navidad son formas poéticas a las que no se debe interrogar más allá de lo que quieren decir, porque la poesía sugiere, acecha por los flancos y nos alcanza si nos dejamos alcanzar. Por supuesto que uno es muy dueño de decir ¡vaya bobada!, pero, curiosamente, con eso la poesía emite su juicio y resulta que el juzgado es el juzgador. ¿Qué quiero decir con esto? Pues algo tan sencillo como que, si alguien, con no sé qué criterios, responde a ese bellísimo poema de Quevedo que termina con "Su cuerpo dejará, no su cuidado/ Serán ceniza, mas tendrá sentido/ Polvo serán, mas polvo enamorado", con un "¡qué estupidez!" no está juzgando el poema, sino está emitiendo un juicio sobre su propia condición. Algo así sucede con la navidad. No somos nosotros quien la juzgamos, sino que es esta fecha iluminada en el calendario la que nos juzga. Es cada quien el que se pone en evidencia según el veredicto que emita. Y ojo con esto, porque lo que es una constante histórica es que los dioses son más fáciles de eliminar que los demonios, de manera que a fuerza de expulsarlos, vamos dejando espacio para las miserias personales y colectivas que luego se plasman en nuestros juicios. Esto me recuerda una anécdota que no recuerdo dónde leí ni quién protagonizaba. Se trataba de un escritor que recibía muchas cartas de halago o de escarnio. Un día le llegó una, totalmente en blanco, salvo la palabra “idiota” escrita en el medio del folio. A lo que el buen señor respondió: “¡Qué raro! Había recibido muchas cartas sin firma, pero nunca antes una firma sin carta”. Así obra la navidad.