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Nov2006La resurrección en el pecho
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Nov
de Sixto Castro Rodríguez, OP
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Parece ser que se acaban de cepillar a ese ex-espía ruso de nombre impronunciable. Y digo que parece ser porque me da la impresión de que el asunto tiene cuerda para rato. Y tiene cuerda y vida asegurada porque va a haber quien lo investigue, lo cual va a estar requetebién, que dicen en México. No obstante, ese hecho me lleva a preguntarme no ya por las víctimas del pasado, sino por los que hoy mismo han pasado por una situación semejante, si bien no tan sofisticada. A muy pocos les echan talio o lo que fuese en la comida. Pero a muchos les cortan la cabeza, los cuelgan o les hacen sabe Dios qué perrerías para que dejen de ser un estorbo. Ser un estorbo, en demasiados países, supone solamente pensar de manera diferente al que está en el poder o no aceptar 50.000€ de un dictador cuando sale a visitar a sus subordinados en el extranjero. Me llegó hace unos días, vía Internet, un informe, con imágenes, del trato que reciben los homosexuales en países como Irán, por ejemplo. Tienen la costumbre de colgarlos en la plaza pública. Y yo me pregunto qué alianza o qué diálogo puede caber con esas actitudes. Lo siento, pero ahí sí que no me bajo del burro y no estoy dispuesto a acercarme ni siquiera un ápice a la ley que permite ese tipo de barbaridades. Alíese usted, querido presidente, si quiere, pero conmigo no cuente ni para dar el primer paso. Afortunadamente, Occidente ha pasado por muchos procesos de purificación para no tener que andar mirando a los lados para ver si esas otras culturas, en sus barbaridades, tienen algo de razón. Nada, ya se lo digo yo. Nada justifica la muerte de otro ser humano, y menos aún en la plaza pública. Usted deje que sigan amputando clítoris, que yo seré políticamente incorrecto y seguiré bebiendo cocacola y diciendo que con esa civilización yo no me alío, pero vamos, ni de broma. Me llamarán fascista, eurocéntrico y cuatro sandeces más, que, dicho sea de paso, me caen grandes y me importan un rábano. No podemos perder las conquistas del estado liberal, que han costado la sangre y el sudor de muchos para tirarlas por la borda por un "vamos a quedar bien" y ser los más guapos del circo. Pues eso.