3
Nov2006Simplemente, no es verdad
1 comentarios
Nov
de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor
Filtrando por: 2006 quitar filtro
Woody Allen ha hecho una nueva película. Es un acontecimiento cultural de primer orden, entre otras cosas porque Allen no considera que lo sea. Este señor feo, sentimental (aunque, a diferencia del Marqués de Bradomín, no demasiado católico) nos ha hecho reír con un humor sutil, fino, inteligente y mordaz, y por eso mismo esperamos mucho de cada una de sus películas, esperamos alimento para el alma y movimiento para el cuerpo. Pero además, esperamos precisamente porque él nos dice que no hay nada que esperar. En la entrevista que aparecía ayer en algunos medios informativos, él mismo decía que lo que él tuviese que decir acerca de los “grandes temas” tenía el mismo valor que lo que dijese cualquier hombre de la calle. En la que creo su mejor película, “Hannah y sus hermanas”, ante la perspectiva de la muerte, la eternidad y la búsqueda de sentido, reflexiona sobre lo que los grandes hombres de la humanidad han aportado al respecto y viene a decir que ni Aristóteles ni Platón, con todo su saber y sus anchos hombros, sabían más que él mismo a ese respecto. Sólo la fe nos alumbra, parece decir, o, con el Aquinate, “fides praestat supplementum”. Y es que aquí no hay atajos. No hay autoridad que nos pueda solucionar la vida. Ni Woody, ni Kant, ni el obispo de Sagunto. Todos ellos nos llevan hasta el umbral y, si son verdaderos maestros, nos dirán: “adelante, ahora te toca a ti”. Si nos obligan a pasarlo de la mano, no son sino falsos profetas, lazarillos que nos roban las uvas. Es puro cristianismo, de libro. “Anda, vende lo que tienes…” Pero eso sí, tú verás, haz como creas conveniente, nadie te obliga. Ay, qué miedo me dan las soluciones fáciles para lo difícil de la existencia.