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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

26
Oct
2006

Significantes trascendentales

3 comentarios
Democracia, paz, solidaridad, alianza, diálogo, acuerdo, amor y cosas por el estilo son lo que algunos estudiosos llaman “significantes trascendentales”. Están más allá de las prácticas concretas, es decir, nadie dirá que su acción no es democrática (aunque sea tiránica y dictatorial) o que no busca la paz (aunque sea tirando bombas) o que no está movida por la solidaridad (aunque sea el cobro de comisiones ilegales) o que no es guiada por el amor (aunque sea acuchillar a la parienta). Ese término recuerda vagamente a los trascendentales medievales, que lo eran por estar más allá de las categorías. Pero los medievales no utilizaban falazmente los trascendentales, al contrario, ser, uno, algo, bello, bueno, verdadero pertenecían a todo ser por el hecho de ser, en mayor o menor medida. Los significantes trascendentales contemporáneos, al estar más allá de las prácticas concretas (y no de las categorías), se convierten en justificantes de acciones (sin que tengan que ver con éstas en modo alguno). ¿Por qué digo esto? Por una razón bien sencilla. Nunca pude entender por qué los políticos necesitan añadir que sus acciones son democráticas. Eso se da por supuesto, y cuando la excusa no se pide, la acusación es manifiesta, como reza el adagio latino. Y en el momento en que alguien trata de justificar sus acciones de manera no solicitada (“a pesar de lo que pueda parecer, soy un verdadero demócrata”) empiezo a sospechar –bueno, en realidad confirmo mis sospechas, pues últimamente mis precomprensiones del personal se rigen por la sospecha–. Me escribe una monja a la que su superiora la obliga a ejercer tareas que la hacen desgraciada, en virtud del “servicio”, la “obediencia”, “la disponibilidad”, la “donación”. Cuando no se convence con la palabra o con la vida, se acude a significantes trascendentales. No valen para nada, son hueso descarnado.
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JMValderas
26 de octubre de 2006 a las 11:51

Querido Sixto muy porfiriano amanece. Sin mucho que ver, sólo hilvanado por su mester común, la lógica, Hilary Putnam se madruga hoy con un comentario entusiasta sobre un librito de 139 páginas, tamaño de bolsillo (cabe en el del interior de la chaqueta), que acaba de publicar Owen Gingerich en Harvard University Press. Lleva por título "God´s Universe". Una joya lo mismo que el de Francis Collins, aludido días pasados. Un tándem formidable en su claridad, sencillez y hondura. Gingerich, astrónomo del Observatorio de Harvard y protestante, ha publicado libros esclarecedores sobre la Iglesia y la astronomía medieval, Copérnico, Galileo, etcétera. No tiene esto mucho que ver con su comentario categorial, por más que lo intente con fórceps. Salvo por aquello del bonum est diffusivum sui, y el bonum, usted lo ha señalado, es una de las categorías aristotélico-porfirianas.

Makarioteros
26 de octubre de 2006 a las 15:15

Pues sí. Esos “significantes trascendentales” que se pretende estén más allá, se quedan en más acá. Esos “trascendentales” se han convertido en excusa y justificación de todo tipo de tropelías, cometidas, eso sí, en nombre y defensa de no se que “libertad” consistente en aplastar al oponente, al que no se considera como tal, sino como enemigo a batir y, si es posible, a destruir. Basta encender la TV, abrir la prensa, escuchar la radio, para saturarse de descalificaciones mutuas de unos contra otros. Raro es el día en el que las noticias nos dan cuenta de cómo nuestros políticos no quieren gobernar, sino desacreditar a los contrarios, para que no gobiernen los “otros”. Falta uno que me diga lo que quiere hacer en beneficio del pueblo y sobran todos que me dicen lo mal que lo hacen los contrarios. Así vamos haciendo de nuestra vida un purgatorio. Vivimos llenos de sobresaltos, cada mañana cuando repaso la prensa digital, tengo miedo de encontrarme algo bueno. Son ya tantos años encontrando “malas noticias” de unos contra otros, que el día que encuentre alguna buena voy a pensar que la parusía ha llegado y el Señor seguramente vendrá ya de vuelta. Antes gustaba reunirme con amigos y repasar la actualidad. Desistí hace, pues intentar que la lógica esté presente en el grupo se hizo imposible y las discusiones, que deberían ser clarificadoras, se transformaron en un dialogo para besugos inaceptable. Se acabó el espacio. Bendito sea Dios que me impide decir más tonterías. Un abrazo

neferet
27 de octubre de 2006 a las 12:17

Precisamente porque no pueden argumentear desde el ejemplo vital se guarecen bajo esos "significantes trascendentales", que yo llamaría "justificantes omnipotentes", pues sirven de paraguas para justificar cualquier tropelia.
El problema creo,no es que se utilicen, sino que la inmensa mayoría de la gente no sea, o no seamos capaces, de mirar por qué se usan o qué deficits esconden. Es lícito que cualquier persona quiera justificar sus actos (aunque ese deseo de justificación suele tener su origen en una necesidad de reafirmación origianada normalmente por una inseguridad en el mejor de los casos y un error en el peor), el problema es que se permita que cualquier acto pueda quedar justifcado con la simple invocación de esos justificantes omnipotentes, convirtiendose en inatacable porque atacar el acto es atacar el justificante y siendo políticamente correcto por su sentido trascendental son inatacables. Sí por eso vamos a la guerra o acabamos hablando con asesinos poco importa.

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