26
May2006Intelectuales de todo a cien
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May
2006May
En una entrevista que hace no mucho le hicieron a Tom Wolfe, el autor de La hoguera de las vanidades, entre otras joyas, critica a las feministas que mantienen que la palabra “women” (mujeres) es un 60% masculina, pues las tres últimas letras son “men” (hombres), de modo que estas intelectuales de estómagos bastante repletos proponen cambiar la palabra por “womyn”. Asimismo, alguna de éstas acusa a la historia (his-story), de olvidar la her-story (la parte femenina). Qué hartazgo de bobadas. Es la corrupción del intelecto, o mejor, del intelectual, que Wolfe define como “una persona erudita en un campo pero que dice lo que piensa sólo en otros”. En nuestro país hay más intelectuales que setas, entre ellos alguno que hace años meaba sobre la gente en los conciertos, como rebelde cultural que eran, cuya rebeldía se ha intelectualizado (contante y sonantemente) en en los días que corren. Pero aún hay más: estos tipos están indignados por el hambre del mundo, la matanza de focas o la escasez de ballenas. Marshall McLuhan dijo que la indignación moral es una estrategia habitual para dotar de dignidad a un idiota. Nuestra época es una época estulta, de gente indignada moralmente, sobre cuyos hombros parece que cae la responsabilidad de guiar a las masas. Miren, déjense de estupideces. Quienes han hecho algo que mereciese la pena en este mundo de Dios han sido las personas que han pasado de su indignación moral a la acción, práctica o teórica. Quedarse en la indignación de adolescente espinilloso que clama contra el mundo que no sabe comprenderle es una estulticia de proporciones cósmicas. Años ha, algunos intelectuales que tenían visión sub specie aeternitatis criticaban nada más y nada menos que a la Madre Teresa, porque no iba a las causas de la injusticia y sólo paliaba los efectos. ¿Se puede ser más ridículo? No sé cuál es el papel del intelectual en nuestra época, pero sí sé, y con una claridad meridiana, quién no lo es.