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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor


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6
Ene
2009
Armas permitidas
2 comentarios

En este comienzo de año, en el que los israelíes y los palestinos se están dando un poco más de estera de lo habitual, y en el que nos encontramos con fotografías que sobrecogen el alma (aunque ya nos hemos ido haciendo inmunes al poder de las imágenes), sorprende una afirmación que hace no sé qué periódico respecto a no sé qué artilugios bélicos que usa Israel y que, si bien son terriblemente lesivos, no están prohibidos por la convención de Ginebra. Y hete aquí que pensé yo para mí: otro caso en el que la justicia y la legalidad no coinciden. Porque está tan de moda sugerir que los límites de nuestra acción (y los sustentos de nuestra ética) son las leyes, que uno acaba por acostumbrarse a creer que lo que no está prohibido por la ley está permitido éticamente. Y siempre he estado convencido, desde que tengo uso de razón (no hace mucho) de que la ley es sólo un pálido intento de reflejar la ética, que sólo en ocasiones tiene éxito, es decir, que sólo en ocasiones se realiza la justicia en el mundo. Sí, novedades Eloína, ya sé que esto lo ha dicho todo el mundo (resuena Kant y su célebre argumento moral), pero parece que lo hemos olvidado, o al menos a mí me da que sí. Quizá, en la vorágine de los petardazos que se lanzan mutuamente David y Goliat en Oriente Próximo, parece evidente que lo legal no se identifica con lo ético… Pero, ¿son realmente las leyes los límites de mi acción? ¿Todo lo autorizado por las leyes es, ipso facto, bueno, moral, ético, admisible? ¿Y todo lo prohibido por ellas es malo? Ni de broma. El legislador no siempre pone en la cumbre de sus miradas la justicia. A los hechos de las armas permitidas me remito.

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4
Ene
2009
Imperium coloniae
2 comentarios

El imperio de la colonia es terrorífico. Si se sienta uno un rato delante de la tele, le preste atención o no, colonias patrocinadas por los personajes más raros y estrafalarios (actores y demás intelectuales incluidos) le asaltan y se le suben a la chepa, velis nolis. A Kant no le debían gustar demasiado las colonias, ya que en uno de sus sesudos textos las critica por invadir el espacio ajeno, oséase, que uno sacaba su pañuelo perfumado y, como ocurre con la música del chunda-chunda que llevan en el coche los horteras que se van con la música a otra parte, hacía partícipe de su olor a todo el mundo, dejándole inerme para decidir si oler o no oler… Porque los ojos se pueden cerrar y hasta los oídos dirigir hacia ciertos estímulos, pero… ¿las narices? Parece imposible no oler. Pues hemos llegado al extremo de que las colonias no nos entran por las narices, sino por los ojos. Hay tantas y de tan distintos olores (cabe suponer) que, si yo tuviese que comprar una, lo haría teniendo en cuenta quién la anuncia... para no comprarla. Hay personajes que se han hecho ciertamente insoportables a lo largo del año pasado, a pulso, y ahora nos quieren vender colonias. No sé si los anunciantes se dan cuenta de que cabe comprar así, no dejándose guiar para comprar por el individuo que sale sosteniendo la colonia, sino no comprando el perfume que manipula tal personaje. Es como todo en la vida. Quien inspira más desconfianza que confianza, no puede esperar que se le crea todo lo que dice, ni siquiera cuando es verdad. Feliz día de Reyes y que sus majestades no les dejen cosas que nunca van a necesitar.

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3
Ene
2009
Nuevo año
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Empezamos un año, más por convención que por convicción, es decir, toca (y la temporalización es necesaria: ¿alguien se imagina el horror que sería un tiempo indiviso y totalmente igual, sin paradas ni cambios, sin novedad ni vejez? Muchos de los que abominan de la eternidad piensan precisamente en eso). Y los futurólogos nos cuentan qué va a pasar a lo largo del año en materias económicas, políticas, militares, etc… Y los que no nos dedicamos a eso, sabemos que estas previsiones, que tienen apariencia de inducción científica, no son más que ojeadas a lo que pudiera ser, pero que jamás tienen en cuenta lo imprevisible de la vida cotidiana. En todo caso, lo más posible es que no pase nada de lo que se piensa, y eso está bien, o al menos así me lo parece. Puede, más o menos, adivinarse qué va a pasar en ciencia y en cosas semejantes, en las que se aplica un método determinado, pero basta con que haya un descubrimiento inesperado para que el rumbo de todo lo pensado cambie radicalmente. Y eso, de nuevo, creo que está bien. Que este año que está entrando llegue lleno de parabienes, esperados o incluso inesperados.

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