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Feb2010Si Dios quiere...
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Lo que tiene no acceder a Internet siempre y en todo momento es que no se puede escribir el blog cuando uno quiere. Pero eso tiene la ventaja de que así se escribe de lo que uno recuerda como sorprendente o llamativo y no de lo que el momento parece que le urge a registrar. El otro día, en un vuelo, cuando el comandante hizo el comentario de rigor, ya saben, altura, velocidad de crucero, temperatura exterior (supongo que la referencia a los -50º del exterior será para dar una nota exótica o para impactar a los viajeros, porque, la verdad, utilidad no tienen ninguna…, pero, ¿ha de tener todo utilidad? Quizá baste con estremecerse con esos guarismos), dijo, más o menos textualmente, “llegaremos a nuestro destino, si Dios quiere, a las…” Y me hizo mucha gracia, pues lo que uno espera es que la información del piloto sea aséptica, fundada quizá en las leyes de la física y en la confianza en la técnica aeronáutica y en la solidez de los materiales. Y uno dirá: bah, es sólo un modo de hablar. Sí, claro que es un modo de hablar, pero no es sólo un modo de hablar. Perfectamente podría haber dicho “llegaremos a las dos” y el contenido informativo habría sido el mismo. Pero ahí es donde entra el matiz del modo de hablar. Si Dios quiere, Deo volente y cosas semejantes no tienen por qué indicar superstición o que uno sufra un trastorno obsesivo compulsivo. Casi siempre suelen dar a entender un profundo respeto por lo real y por lo que le da ser. Sí, si nada falla, si el avión vuela, si las leyes de la física no se suspenden, si el motor derecho no se incendia… en el fondo, si Dios quiere.