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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
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16
Jun
2012
Los cambios y las personas
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Asistimos a un cambio cultural de envergadura en el que ciertas cosas que para muchos son de cultura general, para muchos otros son objeto de estudio especializado. Hace un par de días, en un periódico nacional, una periodista, comentando la obra de un director, afirmaba que Shakespeare decía aquello de “no hay nada nuevo bajo el sol”. Y no dudo de que lo dijese el inglés en alguna ocasión (seguramente lo hemos hecho todos), pero, como es sabido, la referencia es el Eclesiastés. Bueno, como es sabido por los últimos de Filipinas, puesto que cierto tipo de cosas van equiparando a quienes las conocen con los eruditos en cultura clásica. No todo el mundo es capaz de reconocer a los personajes ni de seguir las narraciones de la mitología griega, porque responden, quizá, a una cultura que nos es ajena, y más desde que se dejó de estudiar en la escuela. Y así cambian los paradigmas culturales y unos modos de entender la realidad y unas narraciones van dando paso a otras, pero eso tiene siempre un coste.
Curiosamente, nuestra generación maneja hoy conceptos económicos que hace 10 años solo eran conocidos por los economistas de escuela. Otro aspecto del cambio cultural. Pero no ha costado cara y nos está costando cara la clase. El pozo en el que se va a sumergir a las gentes que viven de la minería, por poner solo un ejemplo, da idea de que detrás de las teorías y de los manejos macroeconómicos está la microeconomía. La gran teoría se ha instalado en nuestro imaginario colectivo a costa de la práctica cotidiana de ingresar un sueldo más o menos justo para comprar más o menos lo que se necesita.
Alguien que trabaja con gentes sin techo, sin hogar, me comentó hace tiempo que si juzgas de antemano qué ha llevado a esas gentes a esa situación probablemente no actuarás. Siempre, tras todo, hay personas, que son los sujetos de derechos. Y si se olvida eso, se olvida todo.
 

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12
Jun
2012
Quietismo e incertidumbre
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Estamos fritos con la crisis. Parece que nadie sabe muy bien cómo se desarrolla todo esto, puesto que en cuestiones económicas (humanas, al fin y al cabo) jugamos, y jugar, como dicen los que saben, es más bien “ser jugado”, es decir, dejarse llevar por el juego, en el que intervienen muchos actores, ninguno de los cuales es totalmente “sujeto” frente al “objeto” del juego. Con estas premisas, no es de extrañar que la incertidumbre se haya instalado en nuestro imaginario colectivo. En algún sitio leí que los inversores prefieren el riesgo a la incertidumbre. Seguramente eso se pueda aplicar a más parcelas de la vida. La incertidumbre es constitutiva de nuestro ser, porque vemos lo que vemos y llegamos hasta donde llegamos, y pocos pueden decir con certeza qué serán mañana. Eso puede llevar a una suerte de quietismo, tan querido por estos pagos allá por el XVII, o al riesgo de equivocarse (que es, también, el de acertar con algo). Pero la respuesta que uno dé a una situación forma parte de la misma: como creo que comenté en alguna ocasión, sólo el herido es prójimo para el samaritano (y no para los otros). No tengo recetas y creo que pocos las tienen (entendidas como aquellas que dan el fruto esperado de modo cierto), pero seguramente haya que arriesgar respuestas que configuren la situación, como hizo el samaritano, a ver qué sale.

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29
May
2012
Escéptico, pero no tanto
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Hace un rato escuchaba en la radio hablar a un “escéptico” (que no sé por qué ahora llaman así a los que dicen que sólo creen en lo que puedan ver o pueda ser demostrado por métodos científicos, puesto que un escéptico verdadero ni de eso se fía, seguramente con más razón que el “escéptico” de hoy), de modo muy interesante, sobre el proyecto SETI, la vida extraterrestre y esas cosas. Y lo hacía bien, la verdad, pero me empezó a sonar rara la cosa cuando alguien le dijo que él había escrito “la ausencia de evidencia (a favor de algo) no equivale a la evidencia en contra de ese algo” y ni siquiera se molestó en decir que eso lo sabían ya los griegos, como si fuese un descubrimiento suyo. Pero en fin, lo aplicaba a la vida en otros planetas, y dígalo Agamenón o su porquero, bien dicho está. Y no la hemos encontrado, pero no podemos concluir que no exista, llevamos poco tiempo, el universo es inmenso, la velocidad de la luz... y demás argumentos racionales. Pero hete aquí que un contertulio le dijo que eso se podía aplicar a Dios, y aquí el hombre se descolocó: lo que hasta ahora le había servido, ya no le valía. El discurso equiparó rápidamente el pensar sobre Dios con hombrecillo verdes de orejas picudas… Me quedé pasmado. Fácilmente hubiese resuelto la cuestión diciendo que Dios no es objeto de búsqueda científica y aquí paz y después gloria, pero ante la pregunta tiró todo el armero filosófico por la ventana. Lo que vale para otros ámbitos de pesquisa filosófica (hablo de filosofía, no del método científico) de repente dejaba de valer. Y eso no deja de resultar extraño, incluso para el que sabe que el Dios de Abraham, Isaac y Jacob tampoco se dejaría atrapar por un silogismo. Esto de cambiar de caballo en medio de la carrera siempre me ha resultado sorprendente.

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17
May
2012
La olvidada austeridad
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Hay una virtud, me crean o no, que preside la vida de la mayoría de los frailes que conozco: la austeridad. Suena raro en esta época en la que ha dejado de ser una virtud para convertirse, en algunos casos, en una necesidad, y en otros en un deseo (de quien ni siquiera puede permitirse el lujo de ser austero). En ocasiones vivimos en edificios bien situados (que no lo estaban tanto en el momento de su fundación)… que casi siempre se llevan gran parte de nuestros ingresos, porque son viejos, mal acondicionados, etc. etc. Pero no voy a hablar de eso en concreto (siempre se me podrán aducir ejemplos en contra), sino ?vuelvo al comienzo? a la austeridad extra-conventual (en la que hemos sido educados quizá de modo tácito). Me ha llegado el aviso de un congreso sobre la familia que costará medio millón de euros. Nunca he organizado algo así, ni me atrevería a organizarlo, pero es una barbaridad de dinero. Cuando me ha tocado hacer algo por el estilo (invitar a conferenciantes, organizar jornadas, etc.), en muchas ocasiones con dinero público, yo mismo he puesto el límite: no se puede pagar más que esto por la conferencia. Y algunas figuras filosóficas o de la farándula ?puedo entenderlo? me miraban (o mejor, lo supongo, porque siempre era en conversaciones telefónicas) con sorpresa y me hablaban de su caché de tanto y cuanto, a lo que yo respondía: no podemos pagar más. No se trata de que un conferenciante no merezca más, sino de lo que he dicho: no podemos pagar más. El dinero público, que aquella ministra decía que no es de nadie, resulta que sí lo es, y ahí nunca está de más el escrúpulo. Hemos organizado durante cuatro años en Valladolid, con cuatro duros, unas jornadas de cine y filosofía, en las que los conferenciantes eran voluntarios y no cobraban nada (también contra mi criterio, porque el trabajador merece su salario)… La clave, seguramente, esté entre el salario que merece todo trabajador, que es de justicia humana, natural y divina, y los cachés y demás gastos de representación y suntuarios. Es un territorio borroso, donde manda la prudencia, que aunque nos suene a cosa de carcamales, es lo que nos permite salir de los agujeros en que nos metemos. Ah, la prudencia no es ir mirando para el suelo, sino la sabiduría práctica (de Aristóteles) de la que tanto se hablará, seguramente, ahora que a Martha Nussbaum le han dado el Príncipe de Asturias.

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15
May
2012
Algo de moral económica
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Algunos de los periódicos de hoy nos hablan sobre la parábola de los talentos de Mt 25 y de cómo algunos inversores la justifican para sus ganancias, en algunos casos desaforadas. El mismo articulista reconoce que es una interpretación traída por los pelos y que no encaja con el mensaje global del evangelio, que es el criterio de interpretación de las partes, y las partes del todo, en eso que los filósofos han llamado el “círculo hermenéutico” y que, en último término, viene a decir que no es posible despiezar el mensaje evangélico para justificar la avaricia o el saqueo. En fin, que en la Biblia, si se sabe buscar, se puede encontrar una frase para cualquier cosa (como prácticamente en cualquier otro libro, también en los de cabecera de toda ideología), pero, al mismo tiempo, subsiste la sensación/certeza de que hay algo ilícito en esa justificación ad hoc

La tradición cristiana primitiva prohibía el préstamo, porque rechazaba que el tiempo se pudiese vender. Posteriormente, grandes pensadores articularon ciertas intuiciones económicas (desde el Aquinate a San Antonino de Florencia o Tomás de Mercado) en las que jamás se olvidaba que la persona estaba antes, después, encima, debajo y en el centro de todo este proceso. El mismo Aquinate (Summa Theol. II-II, q.66, a.7) defiende que las cosas que son de derecho humano no pueden derogar el derecho divino ni el derecho natural, de modo que los bienes superfluos que algunos poseen son debidos por derecho natural al sostenimiento de los pobres, y cita a San Ambrosio, quien afirma “de los hambrientos es el pan que tú tienes; de los desnudos, las ropas que tú almacenas; y es rescate y liberación de los desgraciados el dinero que tú escondes en la tierra”. Y afirma “si la necesidad es tan evidente y tan urgente que resulte manifiesta la premura de socorrer la inminente necesidad con aquello que se tenga, como cuando amenaza peligro a la persona y no puede ser socorrida de otro modo, entonces puede cualquiera lícitamente satisfacer su necesidad con las cosas ajenas, sustrayéndolas, ya manifiesta, ya ocultamente. Y esto no tiene propiamente razón de hurto ni de rapiña”. Esta es la moral que muchos consideran trasnochada, la que pone a la persona por encima de flujos de capitales, de intereses financieros, de recortes y de corruptelas. La persona. ¿Por qué será que a mí no me suena nada rancia esta idea? Mas bien, la salvación va a venir por ahí.

 

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2
May
2012
Lógica de la creencia
7 comentarios

Pues sí, ya ha salido mi más reciente libro. Me preguntaban el otro día cuánto tiempo me llevó y la verdad es que no lo sé. No sé ni cuándo lo empecé y sólo puedo imaginar, con una cierta holgura en las fechas, cuándo lo terminé. Nunca me suelo leer a mí mismo. Una vez corregidas las pruebas y dado a imprenta, ya vive por sí solo y suelo enfrentarme a mis textos, cuando no me queda más remedio que hojearlos, con la mirada del extraño, a veces con sorpresa por las vaguedades o errores palmarios que contienen,  y otras con el mismo asombro por lo que sabía entonces (de lo cual se deduce que ya queda poco), o de las buenas fuentes que me surtieron. En esta última, una filosofía de la religión que saca a los pensadores analíticos a la palestra, es omnipresente el Aquinate. Y no es ocurrencia mía. Es idea de quienes piensan en estos temas a un nivel considerable, que le citan y le sacan la savia por doquier. Algo tendrá cuando sigue hablando más de 7 siglos después. Pero no es sólo él. Hay un sinnúmero de autores que han pensado sobre la cosa, algunos con unas intuiciones finísimas que he recogido con el mayor de los agrados, precisamente por lo mucho que me sorprendieron. Y ya está. Ahora a otra cosa…
Ah, como en un roscón de reyes, he colado el nombre de un fraile como si fuese la habichuela o el muñeco por el que todos suspiramos (a ver a quién le toca). Obviamente hay varios frailes cuyas obras sirven de referencia, y están citados académicamente, como debe ser. Pero hay uno del que me acordé en un sitio, mientras asistía a una conferencia y que me sugirió una ilustración para un concepto. Ahí anda. Es una especie de “McGuffin”, que diría Hitchcock, que sirve, en este caso, para animar a leer el libro a quien no esté interesado en él, pero quiera saber qué fraile aparece. Marketing de todo  a cien, pero en fin...
 

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30
Abr
2012
Y ahora, Pío
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Y después de Catalina, Pío V, conocido popularmente por la batalla de Lepanto, algo más hacia el interior por el catecismo y la liturgia, más entre bambalinas por haber “diseñado” la vestimenta blanca que luce el Papa y si acaso por la reforma de las costumbres del clero, que debían de ser de aupa en la época. En su capilla privada, que aún se conserva en Santa Sabina, hay varios cuadros que recuerdan diferentes escenas de su vida. Obviamente Lepanto, pero también había uno que a un fraile le sentó muy mal, precisamente porque aparece con su pie sobre una prostituta,en la representación de su tarea de saneamiento de las costumbres romana. En la iconología de la época seguramente encajaba esa representación como un guante. Al fin y al cabo, la causa del pecado estaba fuera, pasando el río. Hoy esa representación ya no sirve, y habrá que pensar también en adaptar los estándares iconológicos. En todo caso, siempre me dio que pensar cuál de las dos empresas (de entre las muchas que acometió) le habría resultado más difícil, si vencer al turco o tomar las riendas de sus propias gentes.

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29
Abr
2012
Catalina y las "monjas"
8 comentarios

No me acabo de aclarar muy bien qué es lo que pasa entre el Vaticano y las “monjas” (así dicen los medios, monjas in toto genere suo). He ojeado varios lugares de Internet y no sé exactamente qué está pasando, así que no sé muy bien qué decir. Pero en el día de Santa Catalina de Siena, que no es que fuese monja precisamente, aunque la mutabilidad de esas categorías también nos debería dar que pensar, conviene al menos recordar a la mayoría femenina de la Iglesia. Porque sólo hay que ver quiénes se involucran más en prácticamente todas las actividades que constituyen la vida eclesial, desde catequesis, acción social, acción caritativa hasta la gestión de buena parte de las universidades que, al menos en EE.UU, tiene la Iglesia. He tenido la suerte de conocer a muchas “monjas” estadounidenses, donde hay de todo, como en todos los sitios y especialmente en la botica (desde luego, ese saco de progres y no progres sólo le sirve a quien maneja el término), pero sí he constatado que la mayoría de ellas (de las que yo conozco) tiene una formación superior a buena parte del clero masculino y no encajan en el estereotipo, tan caro a los escribanos, por otra parte, de "monjitas". Y eso, sin duda, es lo mejor que nos puede pasar.

No sé por dónde va la polémica, y me cabe poca duda de que una vez que se inicia, cada quien coge su tea para orientar el fuego en función de sus intereses. Pero también Santa Catalina puso al pontífice en un brete en su día, y hoy es santa y bien santa y bien doctora. No sé si son “los tiempos” los mismos, pero no creo que el siglo XIV fuese especialmente fácil para el debate. Habrá que escuchar los signos de los tiempos. Y a los que nos han alimentado, cuidado y enseñado las "monjas", pues qué quieren que les diga: que nos van a tener siempre a su lado. Que Santa Catalina las bendiga (y a nosotros, de paso, si puede ser).

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25
Abr
2012
Pascua de dioses y hombres
3 comentarios

Estos días pascuales he estado relativamente liado y sin conexión a Internet buena parte del tiempo. Y eso tiene también sus ventajas. Entre ellas, que se puede aprovechar para ver algunas de las películas y documentales que uno va almacenando en el portátil para mejor ocasión. Con eso y un par de libros no hay manera de que el aburrimiento haga acto de presencia. Lo confieso, creo que no me aburro desde mi infancia. Ni siquiera las tardes de domingo, de las que se quejan hasta los filósofos más sesudos (Heidegger mismo las pone como ejemplo del tiempo que se “siente”, la pura duración que se desploma sobre uno). Y a este dulce pasar el rato ha contribuido recientemente ese peliculón que es “De dioses y hombres”, que había dejado en el cajón, con la convicción previa de que no era para ver así sin más, en un momento que no tuviese el estatuto de kairós, o sea en un momento no apropiado. Pero llegó. Y, como no podía ser de otro modo, me dejó en ese estado de choque dulce que sólo las obras maestras consiguen procurarnos. Quien no la haya visto, hágalo, por su propio bien que, en este caso (como sucede en la estética, quiero creer) es el bien de todos. La historia es una maravilla, quizá la descripción más real y menos impostada de la vida monacal que uno haya visto, y cada relato es una joya. Pero me quedo con una escena (aunque esto no signifique nada): cuando, tras la primera invasión del monasterio, todos se reúnen, en estado de pavor y angustia, y todos se consuelan mutuamente de la manera más cariñosa y fraterna que pueda verse (o quizá la última cena, o quizá el despertar entre gritos, o quizá la votación, o quizá el “vete a la ****”). La verdad es que cuando el kairós llega, lo hace haciéndose notar.

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9
Abr
2012
Felices pascuas y buena suerte
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Me he encontrado por internet esta foto, que seguramente puede ser calificada de ecuménica. Y no deja de ser divertida. Feliz Pascua o buena suerte. La suerte es un saco mucho más amplio que la providencia, un saco que se viene estudiando en detalle al menos desde Aristóteles y algunos filósofos como Woody Allen fían toda su existencia a ella. No sabríamos definir la suerte con mucha precisión y sabemos, no obstante, casi con detalle en qué se cifra. Pero no son lo mismo suerte y providencia. La suerte es azar; la providencia no, aunque pueda servirse del azar (Aquino dixit). Pero la buena (o mala) suerte continuada acaba generando en uno una sensación de que la estadística tampoco se cumple en su caso. Es bien interesante esta aproximación en términos pascuales, cuando se celebra la resurrección. Vaya suerte que tuvo el cristianismo para ser proclamado religión del imperio, y antes para encontrarse un San Pablo que saliese a predicar a tiempo y a destiempo, y antes para que los discípulos se dejasen matar por aquí y antes para que el resucitado… y antes, y antes… La cuestión siempre es de principios. Cualquier hecho histórico (social, científico) acepta infinitas explicaciones (y no exagero nada, infinitas) y, de antemano uno decide cuáles no va a aceptar, por plausibles que puedan parecer. En fin, felices Pascuas y/o buena suerte (que tampoco se excluyen)

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