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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

28
Sep
2006

La comida metafórica de los aviones

4 comentarios
He de confesarlo: me gusta la comida de los aviones. Qué le voy a hacer, pero es así. Sé que es casi políticamente incorrecto, porque todo el mundo abomina de ella: que si es de plástico, que si es insípida o no sé qué cosas más. A mí me encanta y por lo que veo a mi alrededor cuando vuelo, a la mayoría de los que van en el avión, también, porque no suelen dejar ni las raspas. Los que somos hijos de escuela apostólica, en la que las monjas, como es natural, no se andaban con miramientos, comemos casi lo que nos echen, y nos suele gustar más que menos. Una cosa es lo que uno hace en público y otra lo que se guarda para sí en privado. En público pocos se atreven a decir que la comida de avión es buena y sabrosa (no será alta gastronomía, pero es más cantidad que la bobada esa de la cocina deconstruida, y la cantidad cuenta, vaya que sí), porque parece que uno se ve reducido al estado de ovejuela a la que ceban en conjunto, sin poder elegir a la carta. Y sin embargo, solemnos jactarnos de comer sabe Dios qué cosas en tugurios callejeros, porque eso es lo típico (?), aunque después Moctezuma se vengue teniéndonos una semana sentados en el excusado. Sin duda, la comida de los aviones comparada con la de los chiringuitos es una metáfora de la vida cotidiana. Está lo que se puede decir (según los estándares politico-culturales vigentes) y está lo que se quiere hacer. Esta esquizofrenia, que se da en lo cultural, en lo religioso y en todos los ámbitos de la vida que son significativos, acaba por pasar factura, de eso no hay duda. La solución, la misma que daban Heidegger y Tomás de Aquino: escapar de la inautenticidad y dejar que sea la propia conciencia la que rija nuestra vida.
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JMValderas
28 de septiembre de 2006 a las 10:59

Querido Sixto, con la generalización de los viajes baratos el problema de la comida se disipa, salvo en los vuelos transoceánicos. Lo políticamente correcto, en cambio permanece. Pero habría que matizar para quién. Había ayer en un periódico anticristiano de tantos un artículo que, sin corrección (sin base histórica), hacía un repaso forzado de una suerte de cadena temporal sin solución de continuidad de animosidad de la Iglesia contra la medicina. Por título, "anatemas cristianos e investigaciones biomédicas". Cualquier historiador de la medicina, por sectario que sea, sabe cuánta falsedad en los datos encierra el texto; por ejemplo, en relación a la disección de cadáveres. Retuerce el quehacer dominicano en la ciencia médica, al identificar una medida disciplinar (la no dedicación a la praxis médica, en particular con mujeres) con la inhibición por esa rama del saber. Ignora de un plumazo la labor del "infirmarius", de la botica conventual (la medicina aplicada según el sistema galenista vigente). Se burla del carácter sacrificial del dolor, confundiéndolo con una negación del tratamiento paliativo. Etcétera, etcétera. Es evidente que el artículo de marras está pleno de errores de interpretación histórica, al tiempo que su animosidad antirrreligiosa, teñida con la militancia política, deja "in puribus naturalibus" a tanto melifluo condescendiente que confude la mansedumbre evangélica con la indolencia culpable.

Anónimo
28 de septiembre de 2006 a las 15:41

Perdón por mi ignoracia: ¿Qué es metafrica?

Anónimo
1 de octubre de 2006 a las 12:54

Una pregunta a JMValderas: ¿Y eso que tiene que ver con lo de la comida de los aviones que dice Sixto? Gracias

JMValderas
1 de octubre de 2006 a las 14:55

Aunque se me interpele no me parece correcto responder en un blog que no es mío. Será breve: se trata, metaphorice loquendo, de la corrección política, no del menú de Adrià, si hablamos de estas tierras, ni de Arzac, si de otras, entiendo. A unos la corrección política les evoca una cosa, a mí, hic et nunc, el desistimiento de los católicos ante la constante agresión, en aras de la corre4cción política. Lo explicité con un texto que, desde la portavocía de la agresividad anticristiana en la política nacional, atacaba sin piedad mientras muchos callan por ignorancia culpable. Lógicamente a mí no me interesa hablar de los cubiertos de metal o de plástico que te ofreen en las alturas, ni de la mantequilla o del botellín de Torres para los que somos alérgicos a la cocacola. Ni creo que Sixto fuera por ahí.

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