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2011Jul
La fórmula (falsa) de la felicidad
3 comentariosEn sus Perfiles de nueva humanidad (Salamanca, San Esteban, 1993, p. 116) dice Eladio Chávarri: “Creo, por otro lado, que nuestra sabiduría es facilona. X dinero se identifica con y entes a poseer que se traducen en z placer. Un sabor de la vida que puede expresarse con toda propiedad en una ecuación. No digo que sea fácil ganar dinero. Lo notables que toda una condición humana esté en función de un símbolo universal de trueque. Ninguna sabiduría anterior ha dependido de cosa tan simple, y en este sentido afirmo que es facilona. Hasta ahora los maestros de la felicidad no habían conseguido expresarla en una ecuación tan sencilla. ¡Cuánto más intrincada es la armonía platónica asignada a la justicia!”. Lo formulario nos atrae por su simplicidad. Si algo se puede poner en una fórmula parece que absorbe algo de la potencia que tiene el mundo de la matemática. Recuerdo lo poco que me gustaba, cuando estudiaba esos temas, la manía de los estructuralistas de poner en fórmulas cualquier cosa que investigaban, las relaciones de parentesco, las relaciones sintagmáticas o los procesos de comunicación. Me salía, como al otro, un “no es esto, no es esto”. Y tampoco lo es la felicidad. Si se acepta la fórmula arriba indicada, se comprende que absolutamente todo lo que constituye una forma de vida, en la medida en que no está en función de ese símbolo que es el dinero, se desdeña. Y todo hay que justificarlo en términos monetarios y crematísticos para que se le permita ser o, en su caso, para que sea eliminado. ¿Por qué hay una Somalia, Etiopía, Biafra, y demás? Dios no debería permitirlo, pensamos. Pues claro que no. Pero tan lejos en el tiempo como San Agustín (por no ir a los evangelios) se nos decía aquello de, vamos, hombre, no le pidas a Dios que haga lo que puedes hacer tú, que es la versión elegante de eso que alguien solía decir: ningún pobre necesita criado o la versión macarrónica del célebre principio aristotélico quidquid movetur ab alio movetur (traducción ad casum: nada se hace si no lo hace otro). ¿Hay algo que yo pueda hacer? Seguramente no, pero de ahí no se sigue que lo que no se predique de las partes no se pueda predicar del todo. Qué gran invento es el dinero. Y qué desastroso.