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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

10
Ago
2009

Más desde Fátima

1 comentarios

La primera parte del encuentro de los jóvenes del MJD en Lisboa ha terminado. La mayor parte se ha marchado y en Fátima sólo queda el “resto de Israel”, es decir, los veintipico representantes del IDYM que tienen que elegir y legislar, el definitorio, digamos. Y la casa se ha quedado como vacía, como cuando los discípulos estaban acurrucados, con más miedo que vergüenza, tras la experiencia de la cruz. Como bien es sabido de todos, en este tipo de encuentros se viven experiencias de fraternidad intensas, de compartir de todo, y eso genera que las situaciones de despedida sean tristes, pero, en efecto, el dolor de ahora es parte de la felicidad de antes, como decía C.S. Lewis en Tierras de penumbra, a quien ya cité en alguna otra ocasión. En estos contextos de sentimientos a flor de piel, porque el contexto los conmueve y no está mal que a los que vivimos sumidos en un mundo de razón pura de vez en cuando, aunque sea un poquito, se nos remuevan las tripas, en el buen sentido, como nos ha dicho Kike Sariego en alguna de sus presentaciones (expresiones que, todas ellas, no dejan de ser un gran problema para los traductores), que nos dejemos impactar por esa sensación rara que dejan las despedidas, inevitables pero a las que, en ningún caso habríamos querido renunciar si ello hubiese supuesto renunciar a las vivencias anteriores. Despedirse, en fin, es haber vivido.

No hay duda de que queda trabajo por hacer en este “definitorio”, pero la parte más sabrosa ha pasado, aunque ahora entremos en la parte más carnosa. ¿Contradicción? En absoluto. La vida es una miríada de encuentros, muchos de los cuales nos dejan grandes huellas. Y qué bueno es eso. La concepción museística del arte, que denunciaba Dewey (el arte como cosa de los museos, para los domingos, cuando vamos a buscar en esos templos la belleza que nos niega la vida cotidiana) en ocasiones puede compararse con la concepción “conventual” de lo religioso: lo cotidiano se nos hace tan duro que sólo refugiándonos en los muros encontramos la salud que se nos niega fuera. Yo no sé qué es ser dominico para estos jóvenes del MJD…, pero tampoco sé, en ocasiones, qué es ser dominico para muchos frailes. Y seguro que de todos aprendo… en ocasiones de estos jóvenes con una ilusión que me deja gratísimamente sorprendido. Y si no está aquí la mano de Dios, no sé dónde, porque, insisto, no conozco a nadie que venda tan mal su tradición como nosotros.Y aún así, hay gengte joven que se viene a pasar parte de sus vacaciones hablando de lo dominicano. Si esto no está de Dios, no lo entiendo.

 

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entós susurrante
11 de agosto de 2009 a las 00:22

Leyendo lo que dices sobre este encuentro de jóvenes, yo también me admiro y quiero compartir todos esos sentimientos que, por un lado, los han impulsado a pasar así una porción de sus vacaciones, y que, por otro, han formado parte palpitante –no es difícil imaginarlo, según lo dices- de las vivencias de estos días. ¡Claro que está la mano de Dios es todo esto! Ella fortalece el espíritu de Santo Domingo, lo “reactualiza” he impregna el corazón de tantos que deciden no sólo reunirse en Fátima, sino vivir fieles al mensaje del de Guzmán –una vez que toman contacto con él- incluso siendo “particulares”. Qué bueno que en estos días hayáis podido experimentar ese contacto humano intenso, aunque implique, como tú dices, la despedida. Qué cierto es que eso es vivir de verdad, no importa que haya que sentir el dolor de lo que nos parece que es una fractura interior más o menos intensa en algún lugar del corazón. Ojalá se nos enseñara al venir aquí que nada de lo que nos parece exterior podremos mantenerlo para siempre pero que los sentimientos de unión con el otro, de profunda conexión y empatía, una vez que superemos la sensación aparente de separación (¡casi nada!¡Uno de nuestros grandes retos!), son la llave para comprender que lo que de verdad importa jamás desaparece por decir adiós… Y, si no, miremos a Santo Domingo, tan actual, tan vigoroso… ¡Cuántos siglos desde que su comunidad experimentó el dolor de su “despedida”, allá en Bolonia en un 6 de agosto de 1221! Y aquí está, en Fátima y en cualquier corazón que quiera sentir su presencia. ¿Y si nos afanáramos por vivir cada minuto sintiendo la plenitud y la alegría cada instante como habéis hecho todos esos jóvenes (¿por qué se deja de ser “joven” y cuándo?) en Fátima? Porque no creo que el Gran Predicador quisiera transmitir otra cosa a sus Hijos (que son todos quienes quieren escucharle)… Gracias por compartir con todos este mensaje de Vida “practicado” en ese estupendo encuentro.

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