Jun
Sangre de Cristo, protégenos (Lord have mercy)
1 comentariosHay un gran intelectual que vive en mi casa (él no sabe lo primero, aunque supongo que se habrá dado cuenta de lo segundo) que, cuando algo le sorprende, exclama algo así como “sangre de Cristo, protégenos”. Un fraile de la isla caribeña de Granada, cuando se troncha de risa por algo que, como buen chiste, ocurrencia, ingenio o ironía, pilla al oyente por sorpresa, dice a voz en grito: “Lord, have mercy”. Un extraterrestre que apareciese por el convento no sería capaz de distinguir entre la recreación y la misa o las vísperas. “¿Lord have mercy” cuando me desternillo? Es lo que tienen las interjecciones, un poder enorme. Wittgenstein afirmaba que todo lo que decimos ante una obra de arte que nos gusta equivale a una interjección. El rollo que suelta el entendido de gafas redondas y bufanda larga, si acaso con perilla o con las gafas colgando sobre los pechos, ante una escultura que le gusta equivale a una interjección (mejor haría diciendo ¡ah!). Pero la interjección que se elija, y aquí vamos un paso más allá de nuestro amigo de Cambridge, es más que el mero acto ilocutivo o expresivo. Tiene sentido dentro de una forma de vida el que se diga “Lord have mercy” o “sangre de Cristo protégenos” cuando uno se ríe. Y el extraterrestre que llega al convento, pensará que los que se han confundido son los que viven en él.