May
Tienes las gafas sucias
2 comentariosMientras esperaba el autobús, una muchacha que estaba sentada a mi lado me dijo: “Tienes las gafas sucias”. Bueno, seguro que es verdad, ya que uno se acostumbra a una cierta cantidad de porquería en los cristales y ya no la ve, aunque esté ahí para el que mira con ojos diferentes a través de unos cristales ajenos. Me recordó algo que conté aquí hace tiempo, el tipo que me dijo “me gustan sus zapatos” y (cosas raras que tiene uno en la sesera) un pasaje de Wittgenstein en el que cuando alguien dice que el zahorí no puede realmente sentir la presencia de agua, el filósofo le inquiere: ¿acaso puedes tú conocer todas las sensaciones? La tendencia que cada quien tiene para determinar lo que puede y no puede sentirse y, por extensión, ser, está tan arraigada en nuestras profundidades que nos parece imposible que alguien crea de modo distinto o no crea lo que nosotros creemos (exactamente igual que pasa con el gusto estético). Será porque estoy escribiendo un capítulo sobre los milagros de la filosofía de la religión esa que tengo que terminar algún día que me vienen estas cosas a la cabeza. Si alguien me dice que tengo las gafas sucias y yo no me percato, ¿acaso no me voy a fiar de su testimonio? A lo mejor no es imposible que tenga las gafas sucias, quién sabe.