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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
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3
Nov
2006
Simplemente, no es verdad
1 comentarios

Hace unos días, un profesor de la UNAM de México nos dio una excelente charla en Valladolid sobre multiculturalismo y hermenéutica analógica, haciendo uso de esta rama de la filosofía que ha sido desarrollada por el dominico Mauricio Beuchot. La cosa es que, hablando de relativismos, etnocentrismo y cosas por el estilo, nos contó que Fray Alonso de la Veracruz, en su defensa de los indios, aludía a que los sacrificios rituales que éstos llevaban a cabo podían interpretarse como una analogía de la eucaristía cristiana, y a partir de ahí se podían “comprender” también sus costumbres antropófagas. La cosa no tendría más interés que el erudito si no fuese por una afirmación que el profesor hizo acto seguido, y cito de memoria: ni siquiera el multiculturalista más extremo de hoy en día haría uso de ese argumento para defender el canibalismo. Tuve oportunidad de discutir más la cuestión en privado con él, para llegar a la conclusión de que, si hay argumentos que nadie osaría esgrimir hoy, no es sólo por una cuestión de epistemes foucaltianas, de prudencia intelectual o de acuerdo intersubjetivo, sino porque, efectivamente, ciertos argumentos son falsos. Caminamos hacia la verdad, de eso no hay duda, otra cosa es que lleguen, como bien saben que decía el Aquinate, pocos, después de mucho tiempo y con mezcla de muchos errores. Pero hay cosas que ya no se pueden decir, simplemente, porque no son verdad. No es verdad que haya que mutilar a las mujeres por supuestas normas religiosas, ni que éstas no puedan acceder a los mismos puestos que los hombres en virtud de tradiciones (con minúscula). No es verdad que la autoridad sea el último criterio en teología (salvo la autoridad divina, y esa no está mediada, ¿o sí?). No es verdad que se puedan sacrificar vidas humanas como daños colaterales o directos en ataques injustos. No es verdad que se pueda condenar al ostracismo y a la defenestración intelectual a los científicos que disienten de las corrientes oficiales, como el otro día se apuntaba en uno de los comentarios. Simplemente no es verdad. Ah, no es verdad que los ataques a Irak se basasen en la verdad, ni es verdad que el pueblo haya hablado en las últimas elecciones catalanas (si quitamos los menores de 18, los impedidos, los legalmente incapacitados, los extranjeros y vaya a saber cuántas otras gentes, le quedan cuatro gatos y un tambor en ese 56%). Simplemente, no es verdad.

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31
Oct
2006
Cultura y multas
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Cuando entro a echar un vistazo a los periódicos en la red, suelo ir directamente a las páginas de cultura, más que nada porque es el único sitio donde creo que puedo encontrar algo que me sorprenda. Pues bien, claro que me ha sorprendido lo que leído hoy. A las habituales bobadas que suelen decir los pobladores del mundo cultural, que suelen pensarse a sí mismos como remedos de Atlas sobre los que reposa el peso del universo, el cual suponen que depende para seguir existiendo de una palabra suya, se suma en la prensa de hoy la prisión incondicional de un cantaor que hace tiempo se saltó a la torera todas las leyes legales y morales. No sé si eso es noticia o no, pues no tengo claro el concepto de noticia (no hay una definición esencial, y ya quisiera yo que la hubiese, para no tener que andar pasando páginas del periódico a lo tonto. Tal definición me permitiría decidir si leo las noticias o gasto mi tiempo en plantar berros). Lo que sí me escacharra es que aparezca en la sección de cultura. Más bien debería ir en sucesos, en espectáculos, en televisión o, si se empeña alguno, en economía, porque es dinero que le va a costar al erario público. Pero no, en cultura no, por Dios. Lo cultural tiene algo de sacro desacralizado, si se me permite el oxímoron, al menos desde los alemanes decimonónicos, y el modo en que se lo pisotea habitualmente duele a cualquiera que tenga algo de sano juicio. No sé si a los fanáticos del deporte les dolerá que las páginas deportivas se violen con informaciones acerca de las discusiones habidas entre un entrenador y un jugador o sobre quién se ha roto un músculo de nombre impronunciable. Todo eso pertenece al mundo del cotilleo (¿pero es que acaso los diarios deportivos tienen más sustancia que el chisme y la opinión gratuita?). Si en las páginas de religión incluyesen la noticia de que al obispo de Zaragoza le han quitado dos puntos de su carné de conducir por exceso de velocidad, sin más yo pensaría que se ha dado una violación categorial, pues eso no pertenece a esa sección. Bueno, quizá sí, porque hay que ser un santo varón o estar muy en el guindo para decir que los radares –y cito de memoria las palabras del monseñor– son maravillosos y excepcionales y que casi se alegra de que le hayan multado. No, hombre de Dios, su oficio episcopal no le exige eso ni de lejos. Pero al cantaor, su oficio de persona humana sí le exigía lo que no cumplió, así que a la trena y fuera de las páginas de cultura.

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28
Oct
2006
Woody Allen sin solución
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Woody Allen ha hecho una nueva película. Es un acontecimiento cultural de primer orden, entre otras cosas porque Allen no considera que lo sea. Este señor feo, sentimental (aunque, a diferencia del Marqués de Bradomín, no demasiado católico) nos ha hecho reír con un humor sutil, fino, inteligente y mordaz, y por eso mismo esperamos mucho de cada una de sus películas, esperamos alimento para el alma y movimiento para el cuerpo. Pero además, esperamos precisamente porque él nos dice que no hay nada que esperar. En la entrevista que aparecía ayer en algunos medios informativos, él mismo decía que lo que él tuviese que decir acerca de los “grandes temas” tenía el mismo valor que lo que dijese cualquier hombre de la calle. En la que creo su mejor película, “Hannah y sus hermanas”, ante la perspectiva de la muerte, la eternidad y la búsqueda de sentido, reflexiona sobre lo que los grandes hombres de la humanidad han aportado al respecto y viene a decir que ni Aristóteles ni Platón, con todo su saber y sus anchos hombros, sabían más que él mismo a ese respecto. Sólo la fe nos alumbra, parece decir, o, con el Aquinate, “fides praestat supplementum”. Y es que aquí no hay atajos. No hay autoridad que nos pueda solucionar la vida. Ni Woody, ni Kant, ni el obispo de Sagunto. Todos ellos nos llevan hasta el umbral y, si son verdaderos maestros, nos dirán: “adelante, ahora te toca a ti”. Si nos obligan a pasarlo de la mano, no son sino falsos profetas, lazarillos que nos roban las uvas. Es puro cristianismo, de libro. “Anda, vende lo que tienes…” Pero eso sí, tú verás, haz como creas conveniente, nadie te obliga. Ay, qué miedo me dan las soluciones fáciles para lo difícil de la existencia.

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26
Oct
2006
Significantes trascendentales
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Democracia, paz, solidaridad, alianza, diálogo, acuerdo, amor y cosas por el estilo son lo que algunos estudiosos llaman “significantes trascendentales”. Están más allá de las prácticas concretas, es decir, nadie dirá que su acción no es democrática (aunque sea tiránica y dictatorial) o que no busca la paz (aunque sea tirando bombas) o que no está movida por la solidaridad (aunque sea el cobro de comisiones ilegales) o que no es guiada por el amor (aunque sea acuchillar a la parienta). Ese término recuerda vagamente a los trascendentales medievales, que lo eran por estar más allá de las categorías. Pero los medievales no utilizaban falazmente los trascendentales, al contrario, ser, uno, algo, bello, bueno, verdadero pertenecían a todo ser por el hecho de ser, en mayor o menor medida. Los significantes trascendentales contemporáneos, al estar más allá de las prácticas concretas (y no de las categorías), se convierten en justificantes de acciones (sin que tengan que ver con éstas en modo alguno). ¿Por qué digo esto? Por una razón bien sencilla. Nunca pude entender por qué los políticos necesitan añadir que sus acciones son democráticas. Eso se da por supuesto, y cuando la excusa no se pide, la acusación es manifiesta, como reza el adagio latino. Y en el momento en que alguien trata de justificar sus acciones de manera no solicitada (“a pesar de lo que pueda parecer, soy un verdadero demócrata”) empiezo a sospechar –bueno, en realidad confirmo mis sospechas, pues últimamente mis precomprensiones del personal se rigen por la sospecha–. Me escribe una monja a la que su superiora la obliga a ejercer tareas que la hacen desgraciada, en virtud del “servicio”, la “obediencia”, “la disponibilidad”, la “donación”. Cuando no se convence con la palabra o con la vida, se acude a significantes trascendentales. No valen para nada, son hueso descarnado.

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23
Oct
2006
Religión y democracia
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Como es mi costumbre, huí de la batería de preguntas que le iban a espetar al conferenciante que esta mañana, en el marco de un congreso sobre ciudadanía, disertó sobre inmigración, derechos y cosas semejantes. Fue un error, he de confesarlo, porque, según me contó mi amigo Moisés, uno de los que están al último alarido le arguyó al conferenciante que democracia y religión eran incompatibles. Vamos a ver, alma de cántaro. Si eso fuese así, que no lo es por ninguna de las cuatro causas, la única solución sería el exterminio de unos por otros. No hay más. O bien los demócratas se cargan a los religiosos o a la inversa. ¿No podría ser que no fuesen conjuntos disjuntos, de manera que diesen lugar a un subconjunto de religiosos demócratas o demócratas religiosos? Por supuesto que no, me imagino que diría el listo este. Pues a las armas. No hay más que hablar. O quizá sí. Sí, definitivamente sí hay más que hablar. Moisés me decía que una democracia que te obliga a dejar a la puerta todas las libertades (incluida la religiosa) no es algo que él quiera. Estoy totalmente de acuerdo. ¿Qué diferencia hay entre esa democracia y ninguna democracia? Usted vive en un régimen de libertades, pero ésta no, aquélla tampoco y la de más allá menos, vamos las democracias de la antigua RDA. Ay, los listos de los congresos con incontinencia verbal. Unas compresitas de prudencia, hombre, que no cuesta tanto no decir tonterías.

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22
Oct
2006
Se llevó "lo puesto"
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Hoy, de una manera inesperada, se ha muerto un amigo, una persona de esas que, para consolarnos, nos decimos a nosotros mismos que ya tenía edad para morirse (buena bobada, como si cualquier edad no lo fuese). Era un antiguo alumno de la Universidad de la Experiencia, y yo tuve el privilegio de tenerlo entre mis oyentes. Estaba interesado por todo lo que llamamos cultura: cine, novela, música… Después de clase siempre venía a hacerme algún comentario, a pedirme que le prestase la película hasta la semana siguiente para volver a verla. El jueves mismo estuvimos charlando con toda normalidad (como siempre) y me preguntó mi opinión sobre un musical que actualmente se representa en Madrid. Yo no lo he visto, así que le prometí buscar opiniones más o menos autorizadas, aunque creo que sólo buscaba, en mis palabras, confirmar esa intención que tenía de seguir cultivando el espíritu. Y hoy se ha muerto, con todo a medio hacer, como todo el mundo que se muere. Pero “lo puesto”, de lo que hablábamos el otro día, se lo lleva. Y eso ya nadie se lo puede quitar. Que los ángeles le reciban y le guíen a la luz inmarcesible

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19
Oct
2006
Mi abuela y "lo puesto"
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Mi abuela, una de las mujeres más sabias que he conocido, como supongo que cualquiera considerará a las suyas, solía decir una frase que nunca he olvidado: “Las cosas de este mundo no son de nadie”. ¡Cuánta verdad hay en ella! A menudo, los religiosos, que se supone que somos conscientes de ello, por lo cual hacemos nuestros tres votos, nos atamos a cosas estúpidas, como si nos hubiésemos olvidado de que nuestra “misión” es velar por los tesoros que no roe el roedor ni marchita el tiempo. Todo lo que se acumula es ad usum, como solían escribir los frailes de antaño en los libros de su pertenencia: son de uno para ser usados y mientras sean usados. Si yo fuese Heidegger, habilitaría una categoría ontológica, de eso que él llama la ontología de la facticidad (con perdón): “lo puesto”. “Lo puesto” es lo que habitualmente se puede llevar encima y se supone que es nuestro. “Lo puesto” me hace la vida posible, es algo que se puede narrar, rememorar y anticipar. “Lo puesto” es lo que no es de este mundo, lo que uno puede llevarse dondequiera que vaya, en este mundo o en el que esperamos y nos espera. Lo que no es “lo puesto” son las cosas de este mundo. Ahora, quizá, las tengo y dejaré de tenerlas, así que he de ponerlas en su sitio y darles el valor que merecen. El Eclesiastés es bien claro, sabio y santo: “Vanidad de vanidades y todo vanidad”. Pero, como glosaba Chris, el locutor de radio de aquella maravillosa serie llamada “Doctor en Alaska”, una vez que tomamos conciencia de que todo es vanidad, todo deja de ser vano y adquiere su “verdadero valor”. Qué sabia eras, abuela.
Nota bene: Fr. J.R. Enjamio, OP glosaba esta frase de mi abuela (“las cosas de este mundo no son de nadie”) con esta otra: “Y algunas incluso no tienen dueño”.

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18
Oct
2006
Verdad, perdón
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El número del suplemento semanal de El País, Babelia, de este sábado pasado, se dedica a los intelectuales tránsfugas. Hay un par de colaboraciones, a mi entender, excelentes, quizá por preclaras o por conscientes de lo que dicen (a ver si las encuentran y resulta que coincidimos). Las otras son para salir corriendo. Uno lee y le da la impresión de que la culpa que pasaba de padres a hijos, en aquel judaísmo ortodoxo, se ha transformado en una culpa colectiva de todos los que, por el solo delito de vivir en esta época, no hacemos no sé qué tipo de actos reivindicativos. Leyendo esos artículos, se tiene la impresión de que, por muy relativista que uno sea, hay valores absolutos, vamos, que Max Scheler está bien de moda (bueno, sus teorías vulgarizadas, porque la prisa por escribir no suele dejar leer). Hay tipos especialmente dotados (los “intelectuales”) que saben exactamente cuáles son los valores intemporales y obligan a gentes que han muerto a pedir perdón por cosas que no eran faltas ni delitos cuando ellos vivían (¿o lo eran?), que parece que hoy lo son (¿lo son?), pero que no podemos predecir si lo serán mañana (¿lo serán?). Quiero decir con esto que quienquiera obligar ( o simplemente sugerir) a otro a pedir perdón, es porque no es relativista en absoluto. Pero ¿cómo no ser relativista en este mundo sin culpa, sin perdón, sin arriba y abajo, sin dentro ni fuera, como decretó Zaratustra que había quedado tras la muerte de Dios? A ver si va a ser que realmente el hombre es un valor, un punto axiológico de no retorno, sobre cuyos derechos elementales no cabe discutir. Y creo que esto es verdad, como alguien decía el otro día en uno de sus comentarios. No es fruto de un acuerdo intersubjetivo ni del consenso. Es verdad, así, sin calificativos.

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16
Oct
2006
Grupúsculos vociferantes
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El mundo del grupúsculo vociferante se ha impuesto definitivamente. Si alguien quiere algo, cualquier cosa, por inverosímil e inalcanzable que sea, comienza formando un grupúsculo, mejor cuanto más gritón y berreón, que vilipendie a alguien. El enemigo tiene que tener alguna debilidad, pero una debilidad que mayoritariamente esté culpabilizada y que, por lo mismo, haga que el vilipendiando baje la cabeza, siquiera unos grados. Veamos. Leo en el periódico que un grupúsculo de unos 50 imbéciles (aunque fuesen 100, el número es lo de menos en este caso) han llamado a Fraga “falangista” y “asesino” en la universidad de Granada. Que se sepa, Fraga no ha asesinado a nadie. Se le puede acusar de haber sido ministro de un régimen que asesinó gente, pero eso no le convierte, así sin más, en asesino. Pero bueno, lo que me hace gracia es el término “falangista”. Me juego alguno de mis órganos favoritos a que la inmensa mayoría de esos energúmenos (en sentido etimológico, pues no hay duda de que para ponerse a gritar patochadas en una universidad hay que estar poseído por un espíritu de pocas luces) no tiene más que una vaga idea de lo que significa falangista, más allá de la imagen tópica de una gentes desfilando con uniforme paramilitar. Yo tampoco lo sé, lo digo de antemano. No viví nada del falangismo, como tampoco viví en ningún régimen al que pudiese tildarse de fascista, que es otro de los términos que son como dagas afiladas. Si te llaman fascista, falangista, nacionalcatólico y yo qué sé cuántas cosas más (términos prácticamente desemantizados, es decir, no significan nada, son sólo dardos que se lanzan y zahieren) estás listo. Ahora bien, lo contrario (si es que es lo contrario, porque a los efectos es más o menos lo mismo, un término carente de significado y que sólo connota alabanza), es decir, camarada, compañero, libertario, y yo qué sé qué más, estás salvado. Puedes tener en tu cuenta corriente lo que quieras, vivir en el mejor barrio de este país y puedes hablar mal de quien quieras, que tienes patente de corso y bula real. Grupúsculos vociferantes, palpaos las bulas antes de chillar, sed caritativos y, sobre todo, pensad antes de hablar, que no cuesta tanto.

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10
Oct
2006
Golpear al poder
6 comentarios

Parece que los ánimos de los medios de comunicación andan un poco más calmados que hace una semana, pero me da en la nariz que esto es sólo la calma que precede a la tempestad. Hacía tiempo que no se veían las pasiones tan enconadas, con ese cruce de acusaciones entre los distintos medios, que se llaman de todo unos a otros. Lo que digan y hagan los políticos debe ser revisado y analizado con lupa por los ciudadanos (como lo que haga cualquier funcionario público), pues sus sueldos salen de los bolsillos de casi todos (los que tributan en Mónaco o en las islas Caimán no pagan demasiado, que se diga). Pero lo que hagan determinados medios de comunicación, de capital privado, siempre que sus acciones no vulneren los límites de la legalidad, ¿a quién le debería molestar? Que un periódico, una emisora de radio o una cadena de televisión defiendan, como es el caso, la teoría de que el 11-M hubo una conspiración es problema suyo. Ellos financian sus investigaciones y están dispuestos a correr con los riesgos jurídicos que de sus afirmaciones puedan derivarse. ¿Dónde está el problema? ¿En que provocan crispación? (contracción muscular, y sólo en sentido coloquial irritación, ¿por qué se habrá hecho tan popular este término horroroso?) Eso es tan estúpido como decir que es menester prohibir el tráfico, porque los atascos enfadan al respetable. Sin duda, el poder es como el pulpo: para poder hacerlo comestible tiene que ser muy golpeado. No siento ninguna lástima por los que gobiernan cuando son vapuleados, y más cuando hacen las estupideces a las que, por desgracia, nos tienen acostumbrados. Entra dentro de su sueldo.

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