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Blog Bitácora Véritas

Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
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4
Sep
2007
Las casullas ecológicas
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¡Qué nos queda ya, si hasta al ABC se le escapan las cuestiones litúrgicas! Jejeje. Ayer, en la portada de este periódico, aparecía una foto del Papa con unos cuantos cardenales, curas, obispos, etc., en una celebración en la que el Pontífice insistió en la importancia de la ecología. Evidentemente, dado que estamos en tiempo ordinario, todos vestían casullas verdes. Pero, hete aquí que el pie de foto era ambiguo, tan ambiguo como que daba a entender que las casullas verdes eran debidas precisamente al tinte ecológico de la celebración. De liturgia sé muy poco (con perdón de Miguel Ángel del Río, OP, que siempre me echa la bronca por mi magna e indocta ignorancia), pero hasta los colores llego. Y el periodista del ABC debería haber llegado también, si no, que le manden al apartado de vida social o de “la fiesta nacional”. Si en una cuestión tan básica de cultura religiosa fallan los cimientos, ¿qué no sucederá cuando nos metemos en cuestiones de más calado, como la influencia, por poner un ejemplo imaginario, de las religiones mistéricas en el cristianismo primitivo? Bueno, de eso no hablan los periódicos, ¿o sí? No me extraña, visto lo visto, que la liturgia acabe cosificada y haya quien considere que no se debe tocar absolutamente nada, por miedo a pervertirla. En muchas ocasiones, esa actitud mistérica (el ordenador no me deja escribir esa palabra: me la cambia por histérica, lo cual no es del todo desacertado) procede de una profunda ignorancia. Y cuando no se conoce, lo mejor es no tocar, por si acaso. Pero cosificar la vida, la destruye. El día 8, cuando los celebrantes se pongan (donde aún lo hagan) la casulla azul celeste no será, a tenor de la prensa, porque es una fiesta de la Virgen, sino seguramente porque estén preocupados por los cetáceos marinos (lo cual es muy noble, desde luego, pero no tiene mucho que ver aunque todo sea azul). El signo cosificado no es signo, es cosa.

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3
Sep
2007
La noche oscura en el aeropuerto
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Mientras volvía ayer a casa leí en un periódico de tirada nacional una vuelta de tuerca más a la cosa de la Madre Teresa, en este caso desde un punto de vista encomiable. Hoy Juan Manuel de Prada escribe en el mismo periódico un artículo con su buena pluma habitual. La verdad es que, para mi sorpresa, este tema (quizá porque en verano no hay noticias de verdad, parece ser) ha dado mucho de sí. Todas las respuestas han ido en la misma línea: la noche oscura del alma. Podía haberse hablado de la nada del Maestro Eckhart, de Silesius, del vacío de los orientales o vaya usted a saber qué. Si uno se propone hacer un tratado de fenomenología de la religión, la experiencia del Deus absconditus le sale no más allá del capítulo segundo. Es tan elemental que me sorprende que se haya hablado tanto tiempo de ello. Pero me agrada, porque la Madre Teresa se merece titulares y más titulares, pero a uno le queda la sensación de que está ahí porque no hay alguien “más importante” (léase más mediático, que se dice ahora) a quien exprimir. Y hablando de importancia: qué mal tratan en todo el mundo a los viajeros, ¿no es cierto? Los aeropuertos y las estaciones son eso que los teóricos postmodernos llaman “no lugares”, zonas intermedias, de tránsito entre mundos, a las que nadie pertenece. Quizá por eso allí se suspenden las leyes normales de educación e higiene. La marea humana que los ha inundado estos días (y quien lo probó lo sabe) ha sufrido, sin duda, un proceso de deshumanización en el que, a poco que uno se siente a reflexionar, aparece también una cierta noche oscura: si Dios es bondadoso, ¿cómo puede permitir que las personas nos convirtamos en rebaños? Bromeo, cierto, pero no deja de ser curioso que, en la época en que más se exalta la individualidad, más se hayan acentuado los mecanismos igualatorios (en el peor sentido del término). Y es que lo mejor que uno puede hacer en un aeropuerto es pasar desapercibido. A lo mejor Dios ha pensado lo mismo.

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26
Ago
2007
Los titulares de Teresa
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Ya hacía tiempo que no me echaba nada suculento al gaznate. Y de repente, el diario El País nos regala este titular: “¿Creía en Dios Teresa de Calcuta?” Buena pregunta a fe mía. Y estúpida, porque no tiene nada que ver con lo que se nos narra en el artículo, y cabe esperar que bastante menos con lo que aparecerá en ese epistolario que se nos promete para dentro de poco. La noche oscura del alma se pierde, como su nombre indica, en la noche de los tiempos. Todos los místicos, sin excepción, han pasado por ella. Tomás de Aquino, que aún a muchos les parece el guardián de una supuesta ortodoxia (sobre todo a los que no le han leído, que son la mayoría de los que le citan), decía aquello de que el que cree se parece más al que duda que al que sabe. El silencio de Dios forma parte de la fe cristiana, y judía, e islámica… Que tratemos de darle una explicación u otra no obsta en absoluto para que sea un muro contra el que nos damos de cabeza constantemente. Pero por eso se llama fe, quizá porque es una esperanza que conduce a la caridad. La tríada de lo que antes se llamaban virtudes teologales es un conjunto, vamos, eso me parece a mí, y no se dan por separado. Y Teresa de Calcuta tenía la bolsa repleta de este carácter teologal. Que se preguntase dónde estaba Dios en medio de todo aquel horror sólo la vuelve más humana, más persona, y más creyente, más tomista (según lo arriba apuntado). Después de lo que hizo, preguntarse si creía en Dios es preguntarle a un muerto si quiere misas. Pues claro, hombre, pues claro. Ay, los titulares.

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23
Ago
2007
Consejo a los revolucionarios
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En estos días de relax que he tenido me he empapado de programas televisivos de sobremesa, de esos en los que sale toda la gente guapa que, sin hacer nada útil, está todo el día en la tele encantada de haberse conocido. Actores, actrices, cantantes, presentadores, políticos, monarcas, futbolistas, futboleros,… todos tienen en común el salir en la tele y el pensar que sus vidas son realmente importantes precisamente porque salen en la tele y porque a la gente que le gusta ver la tele a esas horas les gusta ver a los que salen en la tele, que curiosamente coinciden con los mismos a los que les gusta salir en la tele, aunque a veces se enfadan porque salen en la tele. Una pescadilla que se muerde no la cola, sino la aleta dorsal, cosa complicada. Y el único pensamiento que me venía a la mente mientras veía a toda esa panda de gaznápiros era que ojalá la próxima revolución que venga los tenga en consideración. También podría meterse en el mismo saco a los intelectuales orgánicos que buscan nada más que un titular en los suplementos dominicales (culturales o de buen vivir, que casi viene a ser lo mismo). Y es que las revoluciones no serán verdaderas hasta que revolucionen a todas estas rémoras vitales. Seguramente no son parásitos económicos, porque, qué duda cabe, producen dinerillo, que es lo que cuenta. Pero desde una perspectiva más amplia, un poquito más inclusiva, ah, qué hastío. Señores revolucionarios, dejen en paz a los curas y a las monjas, que parece que tienen obsesión. Echen un vistacillo a lo que sale en la tele, y no les van a faltar causas para la revolución.
 

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22
Ago
2007
El sexto va detrás del quinto
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El otro día, cuando volvía a Valladolid, venía conduciendo por la nacional VI, ya pasada Tordesillas y cerca de Pucela. A la altura de una conocida casa de lenocinio, cercana a la capital –y que tiene la particularidad de estar siempre llena, supongo que porque ofrecen un servicio espectacular– salió de la misma un conductor en su vehículo y erró: no puso el intermitente al incorporarse desde el carril de aceleración a la vía principal. Lo que hubiese sucedido antes entre este señor y las habitantes de la conocida casa de citas no era de mi incumbencia, pues quedaba restringido al ámbito privado. Pero el hecho de que no activase el intermitente constituía un delito de lesa majestad contra el ámbito de la circulación pública. Personalmente, me importa muy poco la moralidad personal del acto fornicatorio de este señor. Es más, tengo serias dudas de que el énfasis puesto por la moral católica en el territorio sexual tenga fundamento evangélico (en realidad, pienso que hay un universal antropológico previo, que va más allá del cristianismo). Quizá desde el punto de vista de la moral social puedan analizarse los lupanares como lugares de explotación, extorsión, etc., pero, como se verá, ese análisis deberá ir más allá de un simple intercambio de fluidos. De todos modos, lo que me preocupó en ese momento, cuando todo esto pasó por mi cabeza, era la falta de cortesía (y de educación vial) del tipo que se abalanzó a la carretera sin preocuparse por quién venía delante. Eso me preocupaba a mí, que pasaba por allí (si no hubiese pasado, me seguiría preocupando la cuestión desde el punto de vista teórico). Lo que sucedió antes es tema de discusión para tal señor, su mujer (si la tiene) y su director espiritual (si lo buscó). En fin, que el sexto mandamiento sólo es uno de diez, y no el más importante (por eso va en sexto lugar).

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21
Ago
2007
Provinciales sin business
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Cuando volvíamos de Colombia, del capítulo general, los que íbamos de “staff”, es decir, de “personal al servicio de”, tuvimos la suerte de que nos pasasen a primera clase en el avión de vuelta. Curiosamente, sólo nos ascendieron a los “de a pie”: los provinciales que nos acompañaban (o a los que acompañábamos) tuvieron que quedarse en gallinero, es decir, en clase turista, que es la que todos habíamos pagado. Una coincidencia curiosa. La verdad es que viajar en primera clase (business, para ser exactos) es un lujo, no tanto por los extras con los que a uno le van obsequiando (no me gusta el champán ni el vino, de modo que no agradezco esos detalles más allá de la cortesía que se debe por naturaleza, por muy buenos que sean), cuanto por el espacio. El espacio es el verdadero lujo, porque uno puede venir estirado como un caimán, cuando en la clase turista hay que encogerse como una culebra temerosa. Los provinciales declinaron la invitación que se les hizo por parte de algunos frailes (así, en general y sin demasiada insistencia, jeje) de cambiarles su puesto por el lujoso de primera, y así dieron testimonio de su lugar en las respectivas provincias: servi servorum Dei, por lo que se quedaron sin el prescriptivo neceser que les corresponde a los viajeros de primera. Sin neceser y sin poder estirarse, sufrieron en silencio. Ahora bien, en Bogotá, sus habitaciones eran mejores que nuestras celdillas, así que se hizo un poco de justicia. Quizá en el próximo capítulo provincial estudiemos el tema de por qué los provinciales se quedaron fuera del reino del business.  

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11
Ago
2007
Gracias a Colombia
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Ya de vuelta en España, sólo nos queda, a los que anduvimos moviendo nuestros reales por Colombia, dar las gracias a los frailes de la provincia de San Luis Bertrán, que nos han tratado como a hermanos de los de verdad. Nos despedimos hace algunas horas, con más pena que alegría, todo sea dicho, porque siempre es difícil retornar a la cotidianidad dejando de lado lo extraordinario. Por eso tenía razón Platón cuando hablaba de la primacía de la oralidad sobre la escritura. La letra no deja rezumar sentimientos y vivencias: esas sólo aparecen mirándose a la cara y viendo cómo se mueven los labios. Derrida, al poner en primer término la escritura sobre la voz andaba haciendo cábalas (efectivamente, por influjo de la Cábala judía, que atiende a ese extraño juego de escritura descifrable) y no sabía que la letra está muy lejos de la presencia (bueno, tampoco eso de la presencia le gustaba mucho). Pero, qué rábanos me importa a mí Derrida, que además, no me gusta. Lo dicho, el capítulo de Bogotá ha sido una ocasión de gracia. Y además, me pregunto yo, ¿tendrán tan buen ambiente y tanta risa sana en los capítulos de las otras órdenes y congregaciones? Me da que no, no sé, quizá los sistemas jerárquicos tienen hasta regulada la risa, jejeje.  Gracias de verdad a los hermanos de San Luis Bertrán. Dios os bendiga o, como diría Maikel Horror (Michael O’Rourke): God Bless You.

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7
Ago
2007
Queda poco
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Ahora sí que soy consciente de que este blog ha superado fronteras. Los colombianos me leen, al menos eso es lo que me han dicho. ¿Qué consecuencia he de sacar de esto? Pues una muy clarita: las mindundeces que nos acontecen en España, impulsadas por  nuestros mercachifles, ahora llamados políticos, importan poco a los que no resultamos enervados por ellas, así que voy a prestarles poca atención. Sólo me detendré, de ahora en adelante, en las cosas que puedan tener alguna aplicación universal. Una de ellas es, por ejemplo, la muerte de fr. Aniano, del convento de San Pablo de Valladolid, que ya pasó, el pobre, su purgatorio personal en estos últimos meses, por no decir años, en los que la cabeza estaba encima de los hombros, pero no había nadie al volante. Seguro que Dios lo ha acogido ya en su seno, porque el prior de mi casa de Valladolid, Juan Carlos Cordero, ya se ha encomendado a él, y si lex orandi, lex credendi, sólo queda sacar la conclusión: blanco y en botella.

Por otra parte, el capítulo está muy próximo a acabar. Vamos a ver si nos da tiempo a comprar algo de café para llevar a España, que uno, fraile mendicante, no está para muchos excesos pecuniarios, de modo que los que nos reciban en España tendrán que conformarse con el rico café colombiano. Algunos capitulares tienen ya hechas las maletas y están deseando volver a sus cubículos (o a Dios sabe dónde); otros se irán sin duda con pena. Seguramente en su convento (y quien dice convento dice provincia) no les van a tratar tan bien como aquí. Pero aún quedan cosas por vivir en el convento de Santo Domingo de Bogotá, entre otras la fiesta de NPSD. A ver qué nos preparan estos hermanos, que sólo Dios sabe por dónde pueden salir.

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6
Ago
2007
Peace camino de Bogotá
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El día de ayer fue espectacular para los capitulares. Fuimos a Chiquinquirá, santuario de la patrona de Colombia regido por los dominicos, donde nos hicieron un recibimiento multitudinario, como nunca había visto. Tras ello, viajamos a ver el convento de Ecce Homo, refugiado entre valles y montañas, que fue fundado por los frailes de la restauración. Una joya. Y finalmente, llegamos a Villa de Leyva, una auténtica maravilla. Glosar cada uno de estos eventos me llevaría un rato, así que no lo voy a hacer, ya que le estoy robando tiempo a la traducción, que es para lo que vine aquí. Huelga decir que la fraternidad y alegría del día estuvo al nivel que el evento merecía. Cuando volvíamos a Bogotá, en una viaje de una duración prevista de 3 horas, tras una horita de aguantarme, porque me venía meando (término exacto), me acerqué al conductor, y, una vez consultado Javier mi provincial, que estaba sentado junto a mí (buscando no tanto permiso, cuanto refuerzo), le dije, algo así como: me meo, pare donde pueda, por su madre, o voy a tener que hacérmelo sobre Mario Jabares, que estaba sentado ante mí. El conductor se comunicó con los otros dos autobuses (“vamos a parar, porque un curita se está orinando”), y así, nos detuvimos en una especie de chiringuito. Vergüenza la mía, que paré toda la comitiva capitular. Pero hete aquí que, cuando bajaba, veo que empiezan a salir frailes de los otros autobuses, corriendo como alma que lleva el diablo. Unos cuantos éramos los que teníamos necesidades mingitorias, pero unos por otros, nadie se atrevía a parar la comitiva real. Se formó luenga cola en el baño. Los fumadores disfrutaron de su cigarrito y los que tenían hambre desatada, pudieron comprar algo para comer. Casi todos los frailes bajaron a estirar las piernas. No voy a sacar una regla general por inducción a partir de este caso concreto, sólo un ejemplo que me hizo pensar: la satisfacción de las propias necesidades urgentes, sean las que fueren, a veces trae el bienestar de la comunidad. ¿Será cierto?

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3
Ago
2007
Hay otros mundos
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El capítulo avanza poco a poco. Se van aprobando algunos documentos, otros están a la cola, esperando autorización para el despegue en la sala capitular, y así, inopinadamente, sin que nadie sepa muy bien cómo, el capítulo va alcanzando su final. Cuando los frailes lean las actas (los que las lean, que no serán todos y me temo que tampoco muchos, cosas nuestras, ya sabe usted) no alcanzarán a captar siquiera una mínima parte de lo que se ha luchado, discutido, debatido y consensuado en las comisiones para que tales documentos hayan salido adelante. Palabras por aquí, el rey de las comas por allá (“sobra una coma”, “cambia el punto por dos puntos”, etc.), ideas que no están claras… Cada lector interpretará las actas y tratará de llegar a la res, a la cosa que está más allá de las palabras (que sí, que hay más allá del lenguaje, aunque los estructuralistas y sus seguidores se liasen la manta a la cabeza para convencernos de lo contrario) para ver qué han pretendido hacerle llegar los capitulares. Y desde luego, los lectores que se encuentren con las páginas capitulares en sus celdas difícilmente accederán a lo que aquí se ha vivido. Porque los capítulos generales, independientemente del resultado escrito que se coseche, son siempre un momento de gracia para los que asistimos. La fraternidad, la alegría, el palique y las sonrisas, los eventos tristes y las noticias sombrías enriquecen la vida de los asistentes. Y de qué manera. Javier Carballo, mi provincial, me preguntaba el otro día si no estaba ya cansado de asistir a capítulos. Pues claro que no, le dije, me lo paso bien. Y probablemente sean estos encuentros una de las ocasiones privilegiadas para tomar conciencia de la verdadera dimensión de la Orden, que no es la de nuestra provincia, y menos la de nuestra casa. Hay más mundos. Y yo los he visto.

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