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Abr2008El peón y Gomorra
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2008Abr
Estaba yo leyendo unas cosas por ahí y me vino a la mente lo fácil que es sacar inferencias erróneas. En la prensa de hoy se nos habla de un ex-peón que ha resuelto un complicado problema matemático. Si uno sólo lee el titular se dirá para sí mismo: pues anda, mira que… Pero si sigue leyendo, se verá que es un ex-peón que en realidad fue profesor universitario antes que fraile, de modo que, sin quitarle mérito ninguno, la perspectiva cambia irremisiblemente. Pero es que el periodista tiene que captar la atención del lector, aun a costa de velar retóricamente la verdad de la cosa. Lo mismo sucede con el meteorito que destruyó Sodoma y Gomorra, ciudades que los historiadores no saben si existieron, pero la cosa es que las destruyó un meteorito. Eso me recuerda a aquel fraile que, predicando sobre el carácter teológico del relato de los Reyes Magos, decía que no se sabía si eran 3, 4, 12 o ninguno, pero la cuestión es que llegaron (nótese que llegaron, aunque fuese ninguno). A veces nos da la impresión, dado el paradigma de saberes en el que vivimos, de que no estamos autorizados a creer o a sostener algo hasta que esté científicamente probado. Pero, en realidad, nunca obramos así, por varias razones, pues la ciencia no puede probar todo (sino sólo lo susceptible de caer bajos sus redes) y, además, siempre creemos cosas mucho antes de que la ciencia, si puede, las muestre. Como dice un famoso filósofo, Richard Swinburne, debemos creer que las cosas son como parecen ser, porque en caso contrario nunca tendríamos creencias. Y las tenemos. Así que no importa si Sodoma y Gomorra fueron destruidas por un meteorito o por una lluvia de napalm. Lo importante es que dejaron a Lot compuestro y sin novia.