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Feb2009Un ratón cotidiano
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Feb
Me he leído a toda velocidad tres periódicos (y los titulares internáuticos de otro), y aún me falta sacar un rato para leer otro. ¿Conclusión? Las grandes noticias de hoy (jueces y ministros de van de caza, tíos jetas que se han subido al carro de la parapolítica para medrar…, etc.) no me interesan, desde el punto de vista profundo, lo más mínimo. Sólo me suscitan la esperanza de que la justicia actúe contra todo este tipo de cosas, aunque a veces tema que sólo se actúe si hay un clamor popular (de ahí que los grupos de poder que manejan las noticias vean la conveniencia de mover sus fichas en una u otra dirección y controlando bien los tiempos). Pero, en el fondo, tengo la convicción de que lo verdaderamente importante siempre está a mi vera y, paradójicamente, siempre oculto y descuidado. No, no estoy hablando de ontoteologías (¿o sí?), sino de la necesaria tranquilidad que le permite a uno tomarse las cosas tal como son (pecado nefando en la filosofía contemporánea: el realismo, perdónenme los adalides del pensamiento filosóficamente correcto por fiarme del Aquinate, entre otros). El maestro Eckhart siempre reivindica esta especie de vaciamiento, de aniquilación (bien tomista por otra parte, pues es tomar conciencia de que la criatura, en cuanto tal, está más cerca de la nada que del ser) para todo lo demás. Sólo desde ahí hay posibilidades de cambiar las cosas. Cuando uno tiene sus bolsillos llenos de cosas (y digo cosas en el sentido más rancio del término) no debería meterse en aguas formidables, como dice el salmo, porque, como el faraón, con toda su parafernalia, se va de cabecita al fondo. Fíjate todo lo que he escrito, para parir, al final, un mísero ratón… Un ratón que siempre está en casa, pero no lo suelo ver.