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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
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21
May
2010
Intelectuales de fin de semana
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Llevo unos días esperando a los intelectuales, suspirando por su aparición pública para quejarse por la situación incomparable que estamos viviendo. Sólo el déficit de poder adquisitivo de los pensionistas, por no hablar de el aumento casi seguro del número de parados que podemos temer, justificaría que los que gritaban no a la guerra, sí a la justicia, sí a los derechos de autor, no a aquello otro, saliesen al foro público a clamar. Sigo esperando que directores, actores, escritores y algunos que se llaman a sí mismos fusileros digan algo, pero no con la boca pequeña, sino con megáfonos, en las calles, a tiempo y a destiempo. Pero nada de nada. No sé por qué lo esperaba, quizá por ornato de la calle, porque si hay algo claro es que los intelectuales están (estamos, estáis) de adorno, en el mejor de los casos, y, en el peor, de sobra. Nunca supe cómo se daba el salto de escribir una novela o hacer una película a opinar sobre economía, moral, estética o mecánica cuántica. Sigo sin saberlo. Y más cuando los grandes intelectuales del siglo pasado han estado ligados a los movimientos más horrendos, ligados de corazón, no accidentalmente. Pienso en Heidegger y el nazismo o Sartre y el estalinismo. Por eso, cuando salen al foro público los intelectuales suelo pensar que lo que defienden no son las grandes causas (democracia, libertad, paz, igualdad, fraternidad…) que defendemos casi todos, sino que defiende/atacan otras causas más particulares, habitualmente las suyas. Esto no significa que no haya que debatir en el foro de las ideas las diversas posibilidades, soluciones y propuestas. Precisamente porque hay que debatir es por lo que hay que desconfiar de la voz lapidaria de los intelectuales. Parafraseando a Blas de Otero, que cada quien que pida la palabra la pueda tener.

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20
May
2010
Ser fraile dominico
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Es lo que tiene el fin de curso, que uno tiene más trabajo del que suponía, porque, entre lo que se ha ido dejando de lado, lo nuevo que llega y lo viejo que retorna, el tiempo que uno creía que tenía para llenar ha pasado de ser un recipiente (algo susceptible de recibir) a un imposible metafísico. Por eso, ya que no “tengo tiempo”, sino que es él el que me tiene a mí, tengo que aprovechar los resquicios para ponerme las pilas en el pulular cotidiano. ¿Qué leer, qué mirar, qué ver? Para avanzar, dicen los que saben (y los que no sabemos lo practicamos), conviene tener un pie apoyado y adelantar el otro. Ese pie que sustenta el cuerpo y posibilita el avance es casi una réplica de lo que los clásicos llamaban el sustrato, la sustancia, el hypokeímenon, es decir, lo que está debajo de todos los cambios. Porque, si bien parece que todo cambia, para que todo cambie, algo, por mínimo que sea, ha de permanecer constante. Oh, sí, esto es discutido y discutible, pero me parece muy sensato. Y aquí quería llegar: para revisar los fundamentos, nada mejor que escuchar a los que han sido y los que están siendo en otro instante. ¿Siendo qué? Pues dominicos. Uno nunca aprende desde su ensimismamiento. Entrar dentro de sí, sólo se puede hacer cuando se ha visto el exterior, lo otro, lo que no es uno mismo, que, después de un rato, acaba ya siendo parte de uno mismo. Y cómo se logrará esto, señor. Fíjate por dónde, es posible. La página web Ser fraile dominico es un punto de anclaje de la identidad. A veces conviene leerse (y este se no incluye sólo al yo, sino a la “dominicanicidad”, que también es un yo amplio) para saberse. Y yo lo hago a través de lo que los encomendados por Vicente y Moisés allá nos cuentan. No lo dude mi lector: cierre esta página y vaya a aquella, que es más sabia, más animada y de mucho más feliz hallazgo.

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17
May
2010
El filósofo y los 5000
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Veo en El País de hoy el siguiente texto: “Uno de los miembros del Gabinete de José Luis Rodríguez Zapatero calculaba ayer que su nómina mensual (tiene 12 pagas al año) se reduciría casi en 800 euros con el recorte aprobado y pasaría de 5.000 euros mensuales a sólo 4.200 con el descuento del 15%”. Quisiera saber quién es ese miembro (miembra o miembre, si acaso es de género neutro, que su derecho tiene) que gana casi un millón de pesetas al mes y me gustaría saber cuál es su cualificación o, si no, cuál es su necesidad. Porque si necesita en buena lid tal cantidad de dinero para sobrevivir, será menester dársela, pero si sólo es para acumular, o para especular y perder el dinero en la quiebra de Lehman Brothers, como uno de nuestros más famosos directores de cine, radicalmente de izquierdas (¿no es un contrasentido criticar el capital y poner el dinero en la cesta que más huevos se supone que tiene?), pues mejor no se lo damos.

Cuando veo que todo el mundo parece tener un precio, me consuela leer las reflexiones de Simon Critchley en el NYTimes sobre el ser del filósofo que, parece ser, según él conceptúa la cosa, es aquel que no se casa con nadie. Quizá deba ir a contracorriente (muchos lo fueron y tuvieron que salir por piernas de sus casas), aunque cada vez parezca más difícil saber hacia dónde va la corriente. Pues aún así, no se vendería por 5.000 euros mensuales..., uau, la cantidad de gente que comería con eso. Y sólo por estar en la cúspide. Seguro que la pedagogía que hace el ministro (como dice el periódico, que me imagino será la pedagogía de frases vanas que nos circunda y, si nos dejamos, nos circuncida) justificará que el que pierde 800 sufre más que el que pierde 50 no por los números, sino porque baja más en el escalafón o cualquier otra cosa. No le demos más mente, de momento. Cuando no hay teleología (telos: finalidad, fin) sólo hay azar. A veces las especies prosperan. Otras veces desaparecen. A ver qué sale de ésta.

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14
May
2010
Futuribles presentes
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Parece que Marx renace de sus cenizas, porque el tiempo ha hecho buena su tesis de que, en la base de todo, están las relaciones de producción o, dicho, en breve, la cosa económica. Todos los discursos ideológicos se acaban de golpe cuando el bolsillo no da más de sí, y todo lo que este desastroso gobierno que padecemos lleva haciendo durante un buen número de años ha llegado al embudo en el que hay que decidir quién pagala fiesta. Porsupuesto, soy antipatriota por estar harto de unos políticos de sueldos astronómicos que, generalmente, no valen para nada fuera de su lugar natural, que es el del sofisma. No me importa. Si tuviésemos la mínima certeza o el más pequeño indicio de que estas medidas que han tomado van a servir para algo, la mayoría las aceptaríamos con gusto. Pero el problema es ese, lo errático de las decisiones nos lleva a pensar, por un simple proceso de inducción, que el ahorro de hoy sólo será hambre para mañana. Los funcionarios (por supuesto, previamente demonizados), los pensionistas (vaya, hombre, sólo es de momento, les dicen), todos los de a pie (subidas de impuestos inminentes, ya que han dicho que no, luego será que sí), y los proyectos al desarrollo (esos no lucen)…, a todos nos toca. Pero es que mañana hay que dar un cambio de aire a todo y 15.000 millones ahorrados duran dos días. ¿Quién pagará la fiesta después de dos días? Por supuesto, pronto habrá que poner sobre el tapete problemas que en nada afectan al bien común, sino sólo al interés ideológico de quienes pueden plantear los problemas, para acallar al que no llega a fin de mes porque le cuecen por todas las esquinas. Como verá mi lector, yo no tengo alternativas. Por eso no me meto en política activa. Sí, sí, la crisis es internacional, era imprevisible (ja, ja), nadie la podría manejar… Y la pregunta es: ¿para qué están ustedes ahí? Si nadie la podría manejar, dejemos el barco a la deriva, a ver si hay suerte, pues, estadísticamente hay menos probabilidades de chocar con el iceberg si se deja el timón solo que si se conduce directamente hacia la masa de hielo. Ya sé, ya sé, los otros no lo harán mejor. Bueno, no lo sé, realmente no lo sé (¿se han dado cuenta de lo bien que mnejan los futuribles los que mandan?). Pero la calle, probablemente, merece un cambio radical (no sólo de partido, sino de sistema global).Un artículo muy iluminador el de Antón Costas en El país de hoy.

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12
May
2010
Qué serán las cosas
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Las instituciones, en general, determinan qué se debe pensar. No, no hablo de la Iglesia, o no sólo, porque en su seno, a pesar de la imagen que se suele tener de señores viejos que ordenan y mandan, hay un debate interminable. Hablo de las instituciones que gestionan el poder, la cultura, la economía, lo que se debe pensar, lo que se debe comer, lo que hay que visitar o a quién hay que idolatrar. Son instituciones silenciosas, que no tienen gran presencia pública pero que, por lo general, coaccionan de una manera tan violenta que uno no llega a percibir su furia, de tan excesiva que es. Nos parecen naturales infinidad de posturas, de pensamientos, de actitudes, de clases, de divisiones, de oposiciones, de decisiones… Y nunca lo son. Discutimos los filósofos dónde está lo natural, si es que está y si es que lo hay, y no solemos llegar a grandes acuerdos. Pero existe la extraña imposición de la corrección política, ética, científica y filosófica que proscribe ciertos temas del debate y obliga a otros, que uno pensaba privados, a salir al debate público. Y nadie se extraña de nada. Salvo que se ponga a pensar en ello. Pero, ¿quién, en su sano juicio, con tanto fútbol, tanta fiesta, tanto cine y tanto cotilleo político va a ponerse a pensar en qué son las cosas?

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10
May
2010
El cálculo del tiempo justo
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Hace un par de días se cayó un señor, relativamente mayor, en el aeropuerto. Iba con su bastón, caminando por una superficie impoluta, brillante, en exceso pulida y patapúm, al suelo. No sé exactamente por qué, pero tal cosa no viene al caso. Estaba cerca de mí y de bastantes personas más, claro, en un aeropuerto a esas horas… Y hacia allá fuimos unos cuantos. Una chica, enseguida, se inclinó sobre él y le preguntó si estaba bien. Sí, respondió él, sólo que no me puedo levantar solo. La chica lo agarró y le ayudó a recomponerse. Y yo miraba. Y simplemente, me fui. Cuando consideré, creo, que la situación ya se había normalizado, me fui. Podía haberme quedado allá esperando a ver si hacía falta mi presencia, pero me dio la impresión de que hay una cierta impudicia en permanecer mirando más tiempo del estrictamente necesario para evaluar la necesidad que de uno se tiene en una situación e intervenir, llegado el caso. Lo demás me resulta un tanto violento, porque la empatía, el ponerme en la piel del otro, me invita a pensar que no me gustaría ser mirado más tiempo del estrictamente necesario, pues la mirada prolongada ya no es de ayuda, no sé muy bien de qué. Hay un tiempo exacto para cada cosa, no en el sentido del Eclesiastés (el kairós), sino en el sentido sociológico: a un amigo con el que nos cruzamos por la calle no podemos despacharle con un ademán: hay que dedicarle tiempo. A un conocido no podemos entretenerle en exceso, basta, aquí sí, el gesto. Pero al necesitado hay que encontrarle el tiempo justo, ni poco ni mucho, ni huir ni aposentarnos sobre sus hombros. Siempre el tiempo justo, y cuán difícil cálculo es.

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7
May
2010
Dios y el universo... y la otra mirada
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Ayer, en un interesantísimo congreso sobre Dios y el universo, todos los ponentes intervinientes (bueno, a los que tuve oportunidad de escuchar) desgranábamos nuestros argumentos filosófico-científicos a favor y en contra de la existencia de Dios…, con la extraña conciencia de que el teísmo y el ateísmo, si bien se apoyan y se ayudan de razones de este tipo, se fundamenten en otro lugar. Pero el intercambio fue interesantísimo. Del célebre “por qué hay algo y no más bien nada” a la probabilidad bayesiana, la lógica modal y la mecánica cuántica, todo fue saliendo por su orden y en fila india, suscitando debates muy interesantes sobre un tema que es como el elefante en medio de la sala: está allí, pero todos hacen como que no lo han visto, porque es tan raro que haya un elefante en medio de la sala…, mas basta con que uno diga, “oye, y este elefante” para que todos, soltando un suspiro de alivio, hablen sobre el elefante. Pues bien, en un determinado momento, alguien cambió el tercio y habló ya no desde una perspectiva estrictamente filosófica, sino un tanto más teológica, creo yo, y señaló cómo en algunas religiones el creyente ha de conocerse los mandatos, leyes e imperativos que la constituyen hasta la última coma…, pero en el cristianismo, la mayoría de los cristianos no sabemos ni de la misa la media de todo el constructo que lo rodea. La mayoría, paulinamente, miran al crucificado, y tal es el símbolo de lo que esperan, de lo que sufren y de lo que gozan. Y eso es todo. Lo demás es silencio o, en el fondo, palabra vana. Me dio mucho que pensar, tanto que aún sigo dándole vueltas

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4
May
2010
¿Es el amor el mal?
3 comentarios

Me he encontrado con estas palabras de Zizek, un filósofo que, por lo menos, está muy de moda. Es una mezcla explosiva de nociones supuestamente de física cuántica y de intuiciones postmodernas deconstructivas de los conceptos. “El amor es el mal”. Y entonces, digo yo, apaga y vámonos. El amor, como continuación del desequilibrio que llamamos creación, supone una selección fatal: te amo más que a nada en el mundo. ¡Oh, terrible egoísmo!. Sí, es defendible, pero no con una racionalidad que algunos llaman aretética, una racionalidad que busca lo virtuoso, lo mejor, lo bueno, en definitiva (axiárquica, dicen otros). No me importa el mundo, dice Zizek. Por supuesto, estás un tu derecho, como en su derecho está cualquier otro que esté en su derecho (el que sotiene que no ha de pagar impuestos, ya que su dinero es suyo y las carreteras, que no usa, o los servicios públicos de salud, que no usa, no tienen por qué recaer sobre él, pongamos por ejemplo). Pero también lo está aquel que dice que el mundo le importa y que el amor (la caridad) puede hacerlo mejor. ¿Pruebas? Seguramente la profunda convicción, indemostrable, de la que nos dota el rostro amable que se muestra amoroso para con nosotros. ¿Es demostrable apodícticamente? Seguramente no. ¿Importa eso? Seguramente tampoco. ¿Is love evil? Tengo pocas dudas de que pocas conclusiones puede haber más erradas.

 

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2
May
2010
Estábamos degradados... y no lo sabíamos
5 comentarios

Resulta que me acabo de enterar por El País que nosotros hace tiempo que estamos degradados. El Papa ha degradado a los legionarios y los ha convertido en “una orden religiosa más (…) sometida al derecho canónico y obligada a rendir cuentas al Vaticano”. No sé si hay que seguir leyendo mucho más, pues cabe esperar que el redactor nos cuele alguna otra perla… Sí, un poco más abajo coloca algunas más, por si acaso, no vaya a ser que le salga bien el artículo. Quizá deberían haber puesto a redactar la crónica a alguien que supiese algo del tema o al menos, a alguien que se hubiese molestado en preguntar. Cabe suponer que en la sección de economía también estará alguno lanzando venablos, a ver si construye un argumento postmoderno, hecho de refritos y, si cuela, cuela. A lo mejor en la sección de deportes…, aunque creo que ahí la gente es más rigurosa, pues se deben saber, para mi sorpresa, hasta en qué minuto y quién marcó el gol en el último partido de la Eurocopa del 50, si es quela hubo. Noes que yo sea un amante del derecho canónico, ni del derecho en general, ni de las canonjías en particular. Pero un poco de asesoramiento nunca está de más. En fin, que no hay que contratar becarios del Osservatore romano, pero al menos un becario letrado…

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1
May
2010
El origen de Heidi (genitivo objetivo)
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Y de repente salta la noticia de que Heidi es un plagio perpetrado por Johanna Spiry. Aún estamos metidos en un paradigma que no funciona: el de atribuir originalidad a quien primero monta cuatro tablas para sentarse y decimos que creó dela silla. Noes así. Resulta que lo habitual es que tiempo después alguien crea la silla como tal, quizá inspirándose en el tipo al que vio sentado en esas cuatro tablas, pero es éste último el que da carta de ciudadanía a la silla, inicia una tradición de creación de sillas y, al mismo tiempo, reivindica la aportación del que juntó las cuatro tablas. Tal es un proceso que comienza y recomienza, con la creación de distintos estilos de sillas, de tresillos, de banquetas, de tronos y lo que quiera que sea que pueda caer dentro de esa tradición inaugurada por el que hizo la silla. ¿Va a cambiar algo la historia de la literatura infantil por el hecho de que se descubra que Johanna Spiry leyó un libro que le sirvió de base para Heidi? Probablemente ni un ápice. Es más, casi tengo la seguridad de que, de no haber sido porque Heidi forma parte de nuestros recuerdos infantiles, tal investigación no hubiese saludo del departamento de teoría de la literatura y no hubiese tenido trascendencia. ¿Por qué la tiene? Porque se trata de Heidi, no del libro que precedió a esta obra.No importa el origen de Heidi (genitivo subjetivo: de dónde viene), sino el origen de Heidi (genitivo objetivo: Heidi como origen).

Algo semejante ocurre con todos los fenómenos que se convierten en origen, también en el ámbito religioso: seguramente hay condiciones necesarias que los posibilitan… que nunca son condiciones suficientes. Si no tuviésemos historia, cerebro, pasiones, miedos, manos, esperanzas y amistades, es probable que no fuésemos seres religiosos. La pregunta es: ¿basta eso para explicar el que lo seamos? Heidi no queda explicada por el libro que la precedió, porque Heidi es un origen ella misma. Como los acontecimientos vitales de trascendencia.

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