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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor


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15
Jun
2010
El retorno del sujeto
1 comentarios

En esta entrevista a Touraine que hoy publica El País, éste clama (como por encima, es cierto, por eso me encantaría verlo desarrollado) por el retorno de la noción de sujeto. Parece que la polémica acerca del fin o de la muerte del sujeto es una cuestión escolar, que discutimos en los departamentos de filosofía al lado de los teólogos que se preguntan por la muerte de Dios y los literatos que se deleitan en la muerte del autor. Nada más lejos de la realidad. Todos esos discursos, aunque parezcan abstrusos y alejados, son sólo un reflejo de las ideas que corren por la sociedad o, mejor dicho, de cómo la gente vive en la sociedad: no como si Dios no existiera, sino con la conciencia de que ni siquiera hay que preguntarse por su existencia; no como si no hubiese sujetos, sino con la convicción de qué, vaya, las crisis las provocan “movimientos” económicos, somos incapaces de decidir y discernir entre el bien y el mal, nuestras acciones están predeterminadas neuronalmente… es decir, somos masa informe, aparentemente informada, pero en realidad sin nada que hacer en el mundo de la desinformación por sobreinformación (perdón por este lío palabresco). El único que parece que se ríe de estas muertes es el autor, que reclama sus derechos a tiempo y a destiempo, haciendo viejos a Foucault y Barthes, que no pudieron equivocarse más en sus predicciones (si bien es más lo que decían que sólo la desaparición autorial). En fin, que parece que vuelve el sujeto (yo, tú, Juan, María) para que, como asegura Touraine, puedan realizarse los ideales de la Ilustración y, por qué no, los ideales del cristianismo, porque, como rezaba una pintada del 68 en la Sorbona de París, “las estructuras no bajan a la calle” (la cual provocó sesudas reacciones de varios estructuralistas). Y Dios. Creo que está a la espera.  

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11
Jun
2010
Sólo una posibilidad
7 comentarios

Me estoy preparando anímicamente para la que se nos viene encima. ¿Qué opinan de la imposibilidad de escapar de algo totalmente contingente, pero que nos muestran como necesario? ¿Qué pensaría cualquiera si en todos los medios escritos, hablados, impresos y expresos se hablase casi en exclusiva, por ejemplo, de la música de lady gaga, de sus amoríos, de sus enfermedades y accidentes, de sus adicciones y pánicos? ¿Qué le parecería que, además, se inventase una jerga pseudo-rancia para hablar de algo cotidiano a lo que se quiere dar una pátina de cientificidad? Efectivamente, me estoy preparando para el mundial de fútbol. Es algo de lo que no se puede escapar. Si uno dice que no le interesa más que el fútbol que jugaba cuando era niño (y el que juega un par de veces al año, si se da la ocasión), le dicen que es un snob, un fingido, un pretendido intelectual…, es decir, es imposible decir, de manera desnuda, sin decir nada más que eso, que a uno simplemente no le interesa nada el mundial de fútbol. Vamos, sostener que los análisis de los diversos largueros, toques y demás programas radiofónicos se diferencian poco de los que narran las andanzas de la duquesa de Alba, es casi sacrílego (de nuevo pondrán a uno a los pies de los caballos). Tengo muy poco interés por el resultado Zambia-Holanda (no encuentro ni una sola razón, por pequeña que sea, para que tal cosa deba interesarme lo más mínimo). Y qué decir de la ocurrencia del publicista que haya sido (exitosa a fe mía) de llamar a la selección nacional “la roja”. Ciertamente, encaja con la época bobalicona en la que vivimos, de llamar a todos los famosos con nombres de dos letras, cosa que está bien para los niños, pero cuando uno va siendo añoso, la cosa no resulta afortunada. En fin, que me voy preparando para la imposibilidad de no enterarme de esto. Heidegger consideraba la muerte como la imposibilidad de toda posibilidad. Los días por venir son algo un poquito parecido: la imposibilidad de todo aquello que vaya más allá de una sola posibilidad. De verdad, lo digo de manera desnuda y sin ninguna pretensión de decir más que lo que digo: no me interesa lo más mínimo el mundial. Y comprendo que a quien esto lea no le interese lo que a mí no me interesa, pero, qué le voy a hacer, tenía que decirlo.

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10
Jun
2010
Aporética
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El año pasado, Nicholas Rescher publicó un libro que se titula “Aporetics”. Es un estudio francamente interesante, a mi entender, sobre el papel (y la inevitabilidad) de la aporía en los distintos ámbitos del pensamiento. Todo tenemos poros (agujeritos, caminillos), pero a veces nos vemos llevados a la desaparición de esos poros, es decir, nos atascamos en nuestras reflexiones. Y tal cosa es la aporía, de la que la lógica nos dice, únicamente, que tenemos que salir, porque hemos llegado a un razonamiento insostenible, incoherente y contradictorio, pero ella misma no nos dice (porque no puede) cómo. Salir de una aporía implica abandonar alguna de las premisas que se han aceptado, y cuál se abandone determinará la postura filosófica que uno adopte. Lo que hace la aporía es poner en juego la decisión y el debate. Nada hay más insensato que, enfrentados a una aporía, tirar todo el sistema por la ventana o abandonar cualquier convicción de que ejercer la racionalidad sea posible. Se trata de ver cuál es la línea más débil del argumento o bien, a qué se está dispuesto a renunciar. La situación político-económico-cultural-fiduciaria española está, claramente, en una situación de aporía, que, en cierto modo, puede reducirse a una situación de estancamiento o, en términos de andar por casa “si seguimos haciendo lo que estamos haciendo, seguiremos consiguiendo lo que estamos consiguiendo”, ni más ni menos. La aporética nos dice que hay que abandonar alguna de las premisas, no nos dice cuál. Yo, partiendo de esta "impepinabilidad" lógica tengo bastante claro que los que nos gobiernan no funcionan y sé (con una certeza casi rayana en la perfecta visión beatífica) que son parte de la premisa que hay que abandonar. Y alguien me dirá, pero es que los otros... Aggg, terrible modo de argumentar falaz (falacia del "tu quoque" traducido al román paladino por el "pues, anda que tú") que dominan hasta el desánimo los que mandan (¿no recuerdan la campaña de los doberman?). La aporética sólo nos dirá: vamos a quitar esta proposición que causa la aporía y veamos cómo logramos la mayor coherencia y consistencia del sistema. Está muy claro que el gobierno es parte del problema, lo cual, como no estoy afiliado a ningún partido (¿por qué demonios tengo que justificarme por criticar a un gobierno incapaz y que hace lo contrario de lo que dice, habiendo incluso pactos y papeles firmados de por medio? Si casi me siento Tomás Moro) digo con absoluta libertad. No se puede vivir en la aporía.

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6
Jun
2010
Periódicos dominicales
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Leía esta mañana en El Norte de Castilla una entrevista al ministro de Fomento, sin mucha atención y con un tanto de desgana pues, efectivamente, junto a algún otro colectivo, el de los políticos de profesión es uno de los grupos humanos que menos confianza me inspira. Al llegar a un cuadro de texto en el que se resaltaba una pregunta, me encontré con esta respuesta, en la que se comenten, en cuatro breves líneas, al menos dos falacias: la ignoratio elenchi (salirse por la tangente, esa decir, no responder a lo que se pregunta), y el argumento ad verecundiam (la apelación a la autoridad o al respecto para resolver una cuestión). Por no hablar de falacias prácticas: el peloteo, el servilismo y el horror que produce leer lo que uno lee procedente de la boca de una persona adulta: “el día que Zapatero prescinda de mí, mi gratitud será infinita”. No sé si será cierto (la gratitud de muchos otros el día que el actual presidente se retire seguramente sí lo sea), lo que sí parece que es totalmente comprobable, es que la política engendra engendros (me encanta la fuerza retórica del acusativo interno). Si alguno, pasado el sopetón que produce leer estas estupideces (si tienen otro nombre estas cosas, hagánmelo saber), quiere leer algo bien escrito y bien reflexionado, puede echar un vistazo a la tercera del ABC, la habermasiana reflexión de Olegario González de Cardedal sobre la razón pública (que frente a la defensa de muchos no es una razón desnuda: el cálculo de predicados no sirve demasiado a este respecto de la constitución de comunidades) o a la reflexión de Rafel Argullol sobre el asco de lo que rodea al fútbol, que cada vez tiene menos que ver con el juego (humano) y más con el control (inhumano). Feliz día del Corpus.

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4
Jun
2010
Más eclesiologías
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Hace un ratito que leí la historia de portada de la revista Time de esta semana. Va sobre los escándalos sexuales en la Iglesia y el lío que el Papa tiene ante sí. Lo que más me ha llamado la atención de la lectura del artículo es una cosa: la eclesiología que maneja el autor del artículo (que, dicho sea de paso, se corresponde bastante con la que maneja mayormente la jerarquía católica) y que, a mi humilde parecer (nunca fui experto en esta materia, no pretendo serlo ni lo seré, sin duda alguna, ya que nunca me atrajo especialmente –como tampoco me atrae la entomología, por poner un ejemplo–) es absolutamente pre-Vaticano II. Recuerdo haber leído a Congar en esta asignatura, cuando la estudiaba allá en mis años jovenzuelos y ahora, recordando aquellas horas de lectura no buscada ni gustada, me doy cuenta de que los conceptos, las ideas y las categorías que manejan los comentaristas vaticanistas me son sumamente ajenos por ultramontanos. Pero eso tiene una causa (una de tantas) en el uso, la insistencia y la pesadez de muchos jerarcas en una vuelta a la época de Trento, a la idea de la cristiandad y a la alabanza de lo jerárquico-papal en unos términos que parecen extraídos de una batalla contra la reforma. ¿Existe la Iglesia que retrata el artículo de Time? Claro que sí. ¿Es la única? En absoluto. Mirar más allá de los montes, a cada instante, siempre y para cada cosa, con tortícolis inducida por tener siempre un ojo puesto en Roma, no es más que una de tantas tradiciones (con minúscula) que no hay por qué sacralizar (teniendo en cuenta que son, por otra parte, tan novedosas y tan hijas de épocas determinadas que no valen para todo momento). Y lo ultramontano tiene muchos más inconvenientes que ventajas, al menos para un cristiano.

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2
Jun
2010
Decepción de una monja
4 comentarios

Hace unos días, un aspirante a fraile se quedó impresionado con esta declaración tan cruda que hace un personaje de la novela/película de W. Somerset Maugham, El velo pintado. Se trata de una monja que se enamoró de Dios, como una tonta (minuto 4, 08), cuando era joven (todos los enamoramientos son un tanto así), y a la que el decurso de la vida ha ido haciendo calibrar su relación para con Dios, pues éste le ha decepcionado e ignorado, como sucede con muchos maridos humanos, hasta llegar a una relación de indiferencia. Me encanta esta declaración por muchas razones, sobre todo por lo que pone de humano en esta relación, pues lo humano es cambiante, voluble, imprevisible y con clara vocación, quizá por la misma apertura escatológica a lo infinito, a la incompletitud. Concebimos a Dios como inmutable y no sabemos muy bien en qué consiste esta inmutabilidad, porque dentro de nuestra concepción cristiana se incluye también el carácter de pasible. No es nada fácil para la filosofía analizar todos esos términos y meterlos en un conjunto del que no se deriven contradicciones (tampoco es necesario, podría objetarse). Pero tampoco es fácil entender qué se quiere decir cuándo se ubican las relaciones matrimoniales (o religiosas) en un nivel tan inasible como el de las relaciones de Cristo con su Iglesia. Seguro que como meta es un buen propósito, pero la vida es cambio, desilusión, composición y recomposición, y a veces, simplemente es así, sentimos que, como esta monja, Dios nos defrauda. Seguramente seamos nosotros los que nos hemos generado una determinada imagen divina o nos hemos puesto metas que no podemos alcanzar in viam. Quién sabe. Pero también somos nosotros los que a veces sufrimos porque sentimos que las cosas son así. Es probable que cada una de estas decepciones posibles sea la puerta hacia una estancia ulterior de comprensión. Por eso me han llamado la atención las palabras de la monja.

 

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31
May
2010
Acaso esto no veis
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Glosábamos el otro día en la asamblea de predicación la frase de Montesinos: “¿Acaso estos no son hombres?” Parece que es una frase intempestiva, pero no lo es. Al contrario, esta pregunta toma diversas formas en nuestros días. Si cambiamos los términos y damos contenido a la “hominidad” veremos cuán actual es: ¿acaso estos no tienen derechos?, ¿acaso a estos se les puede despojar de sus propiedades por no poder pagar la hipoteca?, ¿acaso estos no deben tener a la sanidad?, ¿acaso estos no pueden disfrutar de unas vacaciones merecidas?, ¿ acaso estos no tiene derecho a su salario?, ¿acaso estos no tiene derecho a vivir?, ¿acaso estos no tienen derecho a los sacramentos? “Acasos” hay miles, y cada quien sabrá que poner en este lugar. De lo que no hay duda es de que cotidianamente nos asalta la pregunta cuando nos encontramos con situaciones dolorosas, que nos hacen compadecernos, sentir empatía y ponernos en el lugar del otro que padece injusticia (y las formas actuales de la misma son innúmeras y, a veces, sumamente sutiles). Me gusta pensar que tras un par de días reflexionando sobre el celebérrimo sermón de Montesinos (¿acaso estos no son hombres?, ¿acaso no tienen ánimas racionales?) éste aún conserva la actualidad propia de lo clásico, propia de lo verdadero: ¿acaso esto no sentís?

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27
May
2010
Educación, por Dios
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Mi amigo el doctor JJ me ha hecho llegar otro vídeo de Ken Robinson sobre la educación, su importancia, sus modelos, la necesidad de un cambio radical, las expectativas que ponemos en ella, en fin. Toda corriente filosófica, por abstrusa y abstracta que sea, tiene su correlato pedagógico, porque aunque su discurso sea eminentemente metafísico, siempre contiene referencias al tipo de hombre que espera que surja o al tipo de hombre que genera tal pensamiento. Da que pensar el barullo pedagógico que nos asuela por todos los lados, del que no me atrevo a inferir el modelo de hombre que se espera lograr o el modelo de hombre al que se supone que sirve ese modelo, ultrasofista e hipernominalista, es decir, un modelo hinchado de terminología casi imposible de llevar a la práctica, simplemente porque no hay práctica que pueda corresponderse con él. Claro que se modelo no es algo que haya caído del cielo, sino que encaja perfectamente con la realidad política, social y demás. Los dimes y diretes que no son dimes y diretes de la clase política que no es clase política (y pongo la afirmación y la negación en la misma línea por imitar un tanto los decires que no son decires de los políticos de nuestro país). Recuerdo haber hablado (¿lo recuerdo o simplemente lo imagino?) del libro de Harry Frankfurt “On bullshit”, en el que distinguía los mentirosos (mienten y saben que mienten) de los sandios (a los que les da absolutamente igual si dicen verdad, mentira o lo de más allá, porque como la verdad no existe, todo es relativo, etc…). Claro que no hay duda de que hay diversas perspectivas de un mismo hecho, pero ni los más perspectivistas juegan a la sofistería con la indiferencia que estamos viendo en estos días. Recuerdo la película Rashomon de Akira Kurosawa, en la que se nos narra el mismo hecho (violación-asesinato) desde varias perspectivas, de tal modo que parece que han sucedido cosas distintas. Mas uno de los personajes que interviene es el espíritu del difunto. Luego, de lo que no cabe duda es de que alguien pasó la laguna Estigia. Pues bien, como la educación no arregle algo (desde abajo), está claro que (desde arriba) la cosa tiene poco arreglo

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24
May
2010
Dadles vosotros de comer
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Tomás de Aquino, en la II-II, q.168, a.3 dela Summa Theologiae, habla del juego, del chiste y su licitud (algo raro no sólo entre los padres y doctores, sino en casi todo el pensamiento occidental anterior al siglo XX, al que le encanta la pose de gravedad) y así, como en un aparte, cita a San Ambrosio, quien, en su sermón 8, afirma: “si puedes salvar a un hombre dándole de comer y no lo haces, lo has matado”. Uau, esto me plantea qué demonios hacer. No tengo muchas dudas de que, al igual que las decisiones políticas benefician en muchas ocasiones al conjunto de la humanidad –y eso no es indiferente en el plano moral– sus tropelías dejan a mucha gente, así de crudamente, sin comer. Me imagino que la inmensa mayoría de jerarcas, rodeados de su guardia pretoriana que ya nunca les recuerdan que son mortales, sino que les ocultan lo evidente, ni siquiera serán conscientes de esto, pero es probable que San Ambrosio tenga razón (palabra, obra y omisión, decimos...). Cuando uno prende fuego a un bidón de gasolina para incendiar una casa, las causas de la ignición son numerosísimas, y entre ellas se incluyen la presión atmosférica, la temperatura exterior, la sequedad del ambiente y yo qué sé qué más, y una más de esas causas (a la que solemos denominar la causa) es la intención del pirómano. Sí, el moribundo se morirá porque está débil, porque su cuerpo ha sido asaltado por pulgas mordedoras, porque hace frío, nieva o hace calor y llueve. Las causas son potencialmente innumerables, pero “si puedes salvar a un hombre dándole de comer y no lo haces, lo has matado”. El rostro del otro, que dicen los existencialistas del siglo XX, me interpela. Pero ¿si el rostro del otro se reduce a una estadística? ¿Acaso puede interpelarme y puedo dejar morir a una estadística? Los ciudadanos acaban convertidos en estadísticas; las personas, no.

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23
May
2010
Decidir lo común
1 comentarios

Siempre me ha llamado la atención esa frase de Schmitt, en la que afirma que soberano es quien decide sobre el estado de excepción. Soberano es, abreviémoslo, quien decide. Se ejerce la soberanía de modo dulce cuando parece que no se toman decisiones, y eso lo hacemos cotidianamente cada uno de nosotros afrontando las situaciones de cada día y creando posibilidades con nuestras decisiones que, finalmente, no sabemos muy bien qué consecuencias tendrán a la larga, aunque podemos prever sus efectos a corto plazo. Pero a veces la soberanía se ejerce de modo violento. Así el soberano decide recortar derechos, aunque había prometido lo contrario. Sigue siendo soberano, porque decide, pero ¿es legítimo? Supongo que los politólogos lo discutirán con denuedo, pero recuerdo la doctrina del Aquinate, a saber, que la ley está ordenada al bien común, y cuando desaparece de su vista el bien común, la ley queda corrompida en su raíz. ¿Huele esto a rancio? A mí no, desde luego. No sé en qué punto del camino perdimos la perspectiva de la ordenación ad bonum comune. Porque unas leyes que no buscan el bien común acaban buscando o el bien particular o el bien de alguna entelequia cuya realidad es mucho más difícil de conceptuar que el bien común. Ah, ya me doy cuenta, ya sé dónde se perdió esa ordenación (en un mundo donde la teleología suena a cosa de curas, no me extraña): cuando se olvidó la cura communitatis,  el cuidado dela comunidad. Cuandolos intereses están tan fraccionados que ya no hay comunidad, ¿a quién demonios se cuida? Seguramente a lo común, que lo hay, vaya que sí.

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