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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

20
Sep
2023
Una croqueta estéticamente destructiva
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croqueta

“La humanidad, que fue una vez, en Homero, un objeto de contemplación para los dioses olímpicos, se ha vuelto ahora objeto de contemplación para sí misma. Su autoenajenación ha alcanzado un grado tal, que le permite vivir su propia aniquilación como un goce estético de primer orden”. Son palabras de Walter Benjamin, en un texto muy famoso que escribió cuando sobre Europa se cernían los negros nubarrones del siglo XX, por segunda vez. Cuando veo cómo nuestra clase política se muestra completamente inane ante todo lo que está cayendo no puedo evitar recordar ese magnífico pensamiento de vivir el propio fin como un espectador anonadado y subyugado por la potencia de fuego que se despliega en una guerra y todos sus fenómenos estéticos concomitantes. Es evidente que no hace falta estar en guerra para quedarse deslumbrado como un animal al que le enfocan los faros del coche por la noche. Como digo, basta con estar en una contienda política en la que el amado líder exige sumisión, aplausos y llevar un cuaderno para que los súbditos apunten todo lo que se le pueda ocurrir al mínimo timonel.
Hay un elemento, ciertamente, de autodestrucción en ese atronador silencio de buena parte de la clase política respecto a lo que, parece, una gran parte de los ciudadanos considera un despropósito en el debate político de hoy. Mas tal sinsentido viene, como todo, planificado desde un gabinete que vende la vida política como se venden calcetines, perfumes o motos. Se introduce en la conversación cotidiana una idea, un tema del que hasta entonces no se quería o no se podía hablar para que se vaya reblandeciendo, como las sobras de un pollo que se ha quedado duro y que nadie se quiere comer. Luego ya, una vez que está en esos hablares del día a día, bien alimentados por la prensa, ¿cómo no se va a hablar de ello y a proponer como algo sensato? La gente habla de ello, ergo... Se prepara la croqueta y nos la tragaremos todos, algunos con deleite estético y otros con lenidad.
Llevamos años hablando de “líneas rojas”, expresión que no significa nada. Quienes saben de esto, saben muy bien que esa línea es muy delgada. La delgada línea roja era, en la novela de James Jones que lleva ese título, la que separaba la locura de la cordura. En la espléndida e insuperable película de Terrence Malick es la dibuja la piel, la encarnación del ser humano que vive en un escenario bélico. En el habla de hoy, la delgada línea roja no es la que separa la verdad de la mentira, porque esas dos categorías hace mucho que no juegan en esta liga, sino la que divide el instante en el que dije digo del instante en el que dije Diego. Y así, los ciudadanos asistimos estupefactos a las maniobras orquestales de una clase política que, en efecto, vive su propia aniquilación como legisladora del bien común como un goce estético de primer orden. 

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8
Ago
2023
El móvil cargado de futuro
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SD

No deja de ser extraño que por todas partes nos asalten afirmaciones que dejan entrever que nuestra época es la época, el culmen de la historia de la humanidad, hacia la cual se dirigían las fuerzas que han guiado la historia. Nada nuevo bajo el sol. Es probable que cualquier época habida y por haber haya pensado o piense de sí misma algo similar, y desde esa convicción haya emitido o emita en el futuro juicios por doquier respecto a épocas pasadas. Del futuro solo podemos hipotetizar, pero respecto al pasado basta con leer algunos de los textos representativos, sobre todo de aquellos momentos en los que los que escribían se consideraban a sí mismos poco menos que el fin de la historia.
Nuestra época no solo se caracteriza por la convicción –más que suposición– de que hemos aquilatado la moral definitiva, desde la que podemos mirar atrás con superioridad (y en no pocas ocasiones con un desconocimiento palmario y unas generalizaciones abusivas que meten miedo) y anticipar ese fin de la historia, ahora sí, el definitivo y bueno. Nada de lo que consideramos hoy un dato moral –un hecho fijo e inmutable, más que un valor pendiente de validación– será siquiera revisado por la historia, pensamos. Es lo que tienen los finales, que lo que viene después ya no cuenta, como el gol que mete un futbolista al cuarto de hora de acabado el partido. Uno sospecha que nada se ha acabado, pero los escribanos parecen vivir como si así fuera.
Un ejemplo que ilustra esta cierta necedad (de nescio) es esa tendencia tan hodierna a ver gente con teléfonos móviles en cuadros históricos. Cualquiera que tenga un mínimo de cultura y de memoria histórica ve misales, devocionarios o rosarios, pero no tabletas o iphones. Sin embargo, nadie parece ver un artilugio del futuro que aún no sabemos interpretar. No. Se ven teléfonos móviles, porque pensamos que los pintores estaban anticipando el fin de la historia en el que vivimos, tras el cual ya no habrá nada nuevo. Me temo que el libro que suele portar Santo Domingo se habrá convertido, en su día, en un ebook. Pero ese ya no nos vale para ilustrar la anécdota de las pieles muertas. Algo se ha perdido. Feliz día de SD.  

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4
Ago
2023
Duc in altum con sopa
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angelote de Sion

Hace algunas mañanas, a ratos, entre el aroma del incienso y el sonido de cantos, mi vista vagabundeaba por una serie de cuadros que adornaban un magnífico coro. Uno era del ángel de la guarda. Este acompañaba a un infante al que guiaba con una mano con paso seguro, mientras que con la otra apuntaba hacia lo alto. No puede evitar pensar en esa crítica ya antigua de que el mundo de la religión hace olvidar lo verdaderamente importante, lo de tejas abajo… Lo del opio del pueblo, vamos. Ahora bien, esa crítica se puede aplicar a todo: la política, el fútbol, la cultura, la diversión, los viajes, las compras, los analgésicos, la sopa de cocido y las colonias… Cualquier realidad puede ser despojada de su carácter más genuino (que lo tiene) y ser reducida a esa función de manipulación. Pues no tiene poco poder desactivador de cualquier intentona revolucionaria una buena sopa, que calma el frío y el hambre. No, aunque sueñe extraño en nuestra época, de liquideces e indefiniciones, hay realidades que están muy por encima de esa reducción pragmática. El brazo del ángel de la guarda, que no es más que la representación pictórica de aquella “orden” de Lc 5,4 –“Duc in altum”–, es un recuerdo de que si usas lo religioso para deshumanizar, mal uso le has dado. Como si usas la sopa de cocido para regar los calabacines. 

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31
Mar
2023
Papoclastas y papólatras
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guardia suiza

Ahora que la salud del Papa se ha resentido de modo público y notorio, mucha gente se ha puesto a rezar. Alguien me comentaba que no sabía hasta qué punto algunas personas que conocía bien rezaban para que el Papa se recobrase o para que Dios lo llevase definitivamente a su seno.
Igual que sucede con la democracia, hay una paradoja en la misma elección del Papa. En el caso de un sistema democrático, los estudiosos detectan la paradoja de que el demócrata quiere que gane su candidato, pero al mismo tiempo quiere que gane el que salga elegido fruto de un proceso democrático, que puede perfectamente ser el candidato que menos le gusta. En el caso del Papa se da algo parecido: el católico desea que salga elegido del cónclave el candidato que más se adapta a su modo de entender el catolicismo, pero al mismo tiempo desea que el candidato sea aquel que el Espíritu Santo ha elegido, que a lo mejor es el que a él le parece menos adecuado.

En general, la visión del espectador es bastante cómoda. Uno siempre sabe cómo alinear los jugadores de un equipo para lograr victorias imposibles, de mismo modo que, cuando le da por ahí, piensa que, si él fuese el Papa, las cosas de comer, con las que no se juega, serían distintas. Algo así creía aquel rey nuestro, Alfonso X, que más o menos le pedía a Dios ser dios un par de días para arreglar todos los males y defectos que él veía con claridad en la creación.

Es evidente, por otra parte, que entre ese extremo de creerse uno el Papa latente, el que había de ser si el Espíritu Santo no se hubiese despistado el día de autos, y caer en la papolatría hay un espectro infinito de posibilidades. Entre los informadores que desdeñan y desautorizan al Papa de forma sistemática y antes de que este abra la boca, y aquellos otros que se revuelven contra cualquiera que haga la más mínima crítica a la cualquier cosa relacionada con el Papa hay sin duda una infinidad de posibilidades. Y supongo que hay veces en que el cristiano de a pie tendrá razones para decir esto o aquello.

Una de las leyendas relativas al origen del lema de la Orden (veritas), tiene que ver con cosas que Juan XXII decía y que no eran del todo ortodoxas. Así que alguien le dijo que no, que no es así. De modo que la cosa viene de lejos. En fin, ni papoclastia, ni papolatría. Hay infinitas posibilidades más. A San Agustín se le atribuye algo que parece que no es suyo, quizá de origen luterano, pero asumido por Juan XXIII: in  necessariis unitas, in dubiis libertas, in omnibus caritas: unidad en lo necesario, libertad en lo dudoso, caridad en todo. Pues así.

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9
Mar
2023
El duelo del pródigo
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Colorado

Si es que el cine está lleno de confianza, perdón y demás virtudes cristianas. En la esplendida “Duelo en la alta sierra” se nos narra la historia de tres hombres y una mujer que tienen que llevar un cargamento de oro al banco desde una mina. Dos de los contratados para esa tarea son amigos desde antaño, pero uno de ellos se vuelve codicioso y decide robar el dinero. Tras muchos enfados, acusaciones y demás llega el tiroteo con los verdaderos bandidos, que no quieren el dinero, sino llevarse a la mujer, y ahí es donde reaparece el amigo, ladrón en grado de tentativa, que había huido y que, en los últimos instantes de su colega, le dice: “no te preocupes por nada. Me haré cargo de todo como tú harías”, es decir, llevaré el dinero al banco. Y el moribundo le responde: “Sé que lo harás. Siempre lo supe. Tú solo te olvidaste durante un rato”. He aquí otra versión de la parábola del hijo pródigo, que tiene que ver con cómo se conceptúa el “tiempo” en el que uno vive. Lo habitual es que consideremos que una ofensa supone una ruptura sin fin. El tiempo futuro se concibe como un tiempo en el que el ofensor ya no está presente o, si acaso, lo está como memoria dolida y herida siempre abierta. Pero el padre del hijo pródigo es el que mantiene el tiempo abierto, posibilitando la vuelta en cualquier momento, que al fin y al cabo es de lo que se trata en esa espera mesiánica: el Mesías puede volver en cualquier instante, como el hijo pródigo o el amigo traicionero, que solo se olvidó durante un momento de en qué consistía la amistad.

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27
Feb
2023
Esto es basura
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S Judas

No hace mucho me encontré en una especie de sótano una caja de folletos devocionales dedicados a San Judas Tadeo, del estilo de los marianos que tenemos por aquí en Montesclaros, la Peña de Francia, etc. Mientras comía algo, me puse a hojear uno. Como es habitual, están llenos de relatos edificantes y de gracias recibidas por milagros de gran o de pequeño calado, lo cual es siempre tan relativo… La curación de una enfermedad grave es un milagro de los gordos, pero para quien está desesperado porque su hijo no estudia y, tras la oración a San Judas Tadeo, resulta que se aplica y hasta se vuelve “una persona de provecho”, no hay duda de el santo ha obrado un milagro de categoría. Supongo que solo quien tiene un hijo en situación conflictiva tiene los ojos abiertos para percibir esa sutileza.

Es evidente que vivimos desde hace mucho en un mundo que, en general, desdeña todo este tipo de cosas, aunque luego se deja enredar en brujerías varias. Los mismos teólogos se han abonado a aquella famosa “desmitologización” –que ha tirado por el desagüe el agua, el niño, la bañera y a la abuela que pasaba por allí– y algunos incluso se enfadan si alguien defiende la oración de petición, que ya son ganas de enfadarse a lo tonto y sin razón. Pero en fin, de la mano de este nuevo espíritu liberal va la idea de que creer en el milagro en el mejor de los casos es una superstición medio tonta y en el peor una irresponsabilidad.

Encima de los folletos, en la caja, había un papel que decía: “Esto es basura”. Literalmente se refería a que los folletos estaban ahí para ir al cubo de reciclaje. Habrían sobrado de una impresión muy grande, quizá se habían olvidado de enviarlos o la gente no los había recogido. Quién sabe. Pero ese textillo me dio que pensar. Los que no son partidarios de contar las gracias recibidas, ni de pedirlas, consideran que, efectivamente, todo ese mundillo del milagro grande o pequeño no es más que eso, basura conceptual. El mismo Hume o Puente Ojea podrían haber puesto ese papelorio en esa caja y haberse ido hinchando pecho. Y así llevamos algunos siglos diciéndole a Dios lo que tiene y lo que no tiene que hacer. Porque la crítica fundamental a los milagros, tan expansiva en la Ilustración, y que ya es parte de ese humus del que hablamos, es que no se dan porque no se pueden dar, lo cual es una pescadilla que se muerde la cola de manera pasmosa. Todas las demás críticas a los milagros dependen de esta afirmación fundamental, de muchas raíces y con muchas ramas: no se dan porque no se pueden dar.

¿Quién soy yo para... que decía el Papa? ¿Acaso conozco toda la realidad y puedo tener todas las experiencias posibles? No hay nada de malo en poner una vela, por mucho que los filósofos empelucados le miren a uno de reojo.

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23
Feb
2023
Dos hombres y el destino de Wittgenstein
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destino

En la soberbia película “Dos hombres y un destino”, los dos proscritos van huyendo. En un momento dado Paul Newman le dice a Robert Redford: “Ya no pueden seguirnos”. Este le responde: “¿de veras lo crees?” E inspiradamente Paul le contesta: “Lo creo si tú lo crees”. Lo creo si tú lo crees. No “lo creo porque tú lo crees”, que también podría ser una magnífica prueba de confianza causal, aunque esta va a exigir las razones de por qué lo cree. No, se trata de pura confianza en la persona en el contexto de esa comunidad de dos que forman esta pareja forajidos. La fe tiene mucho de eso. La frase de la película me recordó aquel precioso texto del libro de Rut que tanto se lee en las bodas: “No insistas en que te abandone y me separe de ti, porque donde tú vayas, yo iré, donde habites, habitaré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios”. Si tú lo crees, yo lo creo, porque me fío de tu juicio, de cómo vives y de lo que relatas. Paul no se abandona a la opinión de Robert, sino a la certeza que le ofrece el que ha sido su compañero de camino, de fatigas y de holganzas. Hasta el Aquinate insiste en este aspecto comunitario de la fe.

La Tradición (con mayúscula) es la piedra angular sobre la que se apoya ese si de “si tú lo crees”. Nuestra época es la época que reclama fundamentos, hechos indudables, que a la larga siempre se muestran dudosos. Pero también es la época en la que un filósofo, con mucho ingenio, ha dicho que ese afán de justificación y de certezas prístinas no es signo de toda la salud de alma que sería deseable. Le cito: “lo difícil es encontrar el principio. O mejor: es difícil comenzar desde el principio sin intentar retroceder más allá”. Nadie mejor que Wittgenstein para subrayar que hay cosas que solo son posibles si se confía en algo (por múltiples razones diversas en los distintos ámbitos de la vida), si se acepta que el suelo que se ha encontrado es válido para soportar el edificio que se va a construir.

Alguien dirá: pero la película acaba mal. ¿Acaba mal? No la ha visto bien.

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22
Feb
2023
La madre de Stallone
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madre

En una película de Stallone, este, que interpreta a una suerte de policía, se entera de que el malo de turno va a soltar a todos los encarcelados, a los que, como era de esperar, él no les gusta, porque supuestamente él los empapeló a todos. Y Stallone comenta algo así: a estos tipos no les gustan ni sus propias madres. Se trata de una película de los 90. En aquella época se daba por sentado que la relación entre madres e hijos, en ambas direcciones, era un modelo de lo que tenía que ser una relación humana. Es evidente que eso no significa que madres e hijos no nos tiremos o hayamos tirado metafóricamente de los pelos ni que no haya o haya habido hijos y madres desnortados. Pero esa relación, que también en nuestra época pasa por construcción social –ay, la biología–, tiene algo de modélico, de “espejo de príncipes”. O al menos así lo pensaban en los 90. Y así lo piensa google cuando uno busca entre sus fotos una que responda al comando "madre". A la mente me viene otra película de esa época en la que el héroe violenta a una madre heroinómana para que deje su adicción y le regala los oídos con la frase, que se me ha quedado grabada desde entonces, “madre es el nombre que los labios y los corazones de los niños dan a Dios”. Se ve que los 90 estaban dominados por una ideología perversa, a diferencia de la nuestra, en la que accedemos directamente a lo nouménico sin gafas de aumento.

Sin duda estamos asistiendo a un cambio antropológico fundamental. Se ve en las últimas leyes que se han aprobado en España, que ni siquiera habrían sido pensables si no hubiese un humus medianamente propicio. Se ve también en esa recurrencia con que aparecen en la prensa madres de arrepienten de su maternidad, que se quejan de haber tenido hijos, que consideran que su vida ha sido destrozada por esa elección o esa imposición, e invitan a las parejas a no tener descendencia, recurriendo a diversas razones más o menos filosóficas. Supongo que muchas madres de los 90 habrán pensado en más de una ocasión: quién me mandaría meterme en ese fregado de la maternidad. Pero no es lo mismo. Hay un cambio global de esquemas. Hay que seguir a las madres para enterarse de por dónde va la cosa.  

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28
Ene
2023
Personas y más personas
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alien rosa

No deja de ser chocante que algunas personas quieran eliminar el sustantivo “momia” y sustituirlo por la expresión “persona momificada”. Obviamente estamos en presencia de restos humanos. Pero nadie había pensado antes que estuviésemos en presencia de una “persona”. ¿Cuándo deja de ser persona una persona? Parece que nunca. Se transforma, si de lo que se trata es de cuestiones de corrección política. El esqueleto habrá de ser a partir de ahora una “persona osificada”. Es evidente que se debe un respeto a los restos humanos, pero de ahí a otorgarles "personalidad" hay un salto cualitativo.

Lo curioso es que esta categoría que tanto se extiende hasta el futuro no viviente y acaba por incluir especies no humanas, y más allá, se racanea mucho cuando se piensa en el pasado. Por ejemplo, en el debate sobre el aborto uno de los puntos fundamentales de discusión es cuándo estamos en presencia de una persona. Hay muchas más consideraciones, qué duda cabe, en este tema tan discutido, pero la cuestión de la “personeidad” es clave, y fácilmente se descarta con un mohín de disgusto.

A veces parece que las cosas son o no son según las nombremos de un modo u otro y según convenga a unas sensibilidades o a otras. De nominibus non est disputandum, decía Tomás de Aquino, cuya fiesta celebramos hoy. Eran otros tiempos. Hace mucho que olvidamos lo real y lo disolvimos en nombres. Pero el nombre de la rosa no huele.  

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27
Dic
2022
El valor de Mary Bailey
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valor

Un año más, “Qué bello es vivir! Cuanto más la veo, mejor me parece. Todo está perfecto: la historia, el montaje de los planos, los diálogos. Todo. Esta última vez, me dio por pensar que es una película de rostros. Los de George Bailey cuando se aferra a su hijo comprendiendo lo desesperado de su situación, cuando reza confesándose ante Dios como un hombre al límite de sus fuerzas (y recibe un puñetazo de premio), cuando se da cuenta de que no existe, o cuando salta de júbilo al comprender que ha recuperado su vida tras el don increíble que ha recibido… O el rostro de Mary Bailey cuando ve que su marido ha perdido algo más que el dinero y se vuelve violento, agresivo y, sobre todo, desesperado. Por no hablar de los rostros de Potter maquinando sus venganzas. Esos primeros planos de rostros que lo cuentan todo y a los que la voz les sobra hay que verlos mil y una veces. Es una película redonda (aunque el mismo director reconoció algunas decisiones de guion erróneas, pero qué más da). Sin embargo, en su perfección aparece un jefe que maltrata al George Bailey niño, un George Bailey que se vuelve violento con sus hijos, unos vecinos que al final son la liberalidad en persona, pero que poco antes se han mostrado mezquinos y rácanos con quien ha sacrificado tanto para que ellos tuviesen un techo… Todo está mezclado, como en la vida misma, que no es siempre como pintan los suplementos dominicales de los periódicos.

¡Qué bello es vivir! es, sobre todo, una película de ángeles. El ángel enviado a salvar a George, Clarence, ante la sorpresa de la gente que le escucha decir que es un ángel sin alas, pregunta: “¿acaso no creen en los ángeles?” Es una película en la que los protagonistas son aquellos personajes que sirvieron en la mesa de los primeros frailes, sobre los que pensó Tomás de Aquino y los que pintó el Beato Angélico. Hoy han quedao en arrumbados en el estante de cosas preternaturales junto al hombre lobo, muchos demonios autóctonos en los que se cree según se haya nacido o no más allá de esta raya, y extraterrestres bien parecidos. En esa incredulidad generalizada suenan constantemente las campanas y nos hacen pensar: mira a ver si resulta que… Y es una película de rezos que funcionan a pesar de los pesares: "El valor es el miedo que ha dicho sus oraciones", encontré el otro día grabado en una piedra. Mary Bailey es el ejemplo de ello.

Algunos hablan de que la ciudad que pinta la película si George Bailey no hubiera existido, Potterville, es mucho más divertida y alegre que la existente Bedford Falls. Está llena de lupanares, casas de apuestas y tugurios varios. Por ahí van los tiros. Otros sostienen que es posible que la vida de muchas personas podría haber sido mejor sin George Bailey, etc. Todo este espacio de los contrafácticos pierde de vista lo nuclear de la película, como si se dijese: La vida es sueño sería mejor si Segismundo fuese un alma cándida o un gobernante utópico. No parece tampoco acertado destripar aquel cuento nuestro que tanto escuchamos de niños (y tanto se nos ha olvidado) y hacer de Pedro y el lobo una pareja de almas bien avenidas, en vez de un mentiroso y una fiera. No será por que no lo hayan intentado los sucesivos gobernantes que han creído conveniente achicharrar estos relatos tan poderosamente humanos y divinos para poner en su lugar alguna otra cosa, generalmente de poco momento, que encaje mejor con el espíritu de la época.

En fin. Ojalá no nos cancelen ¡Qué bello es vivir! Puede pasar cualquier día, porque es una película que va absolutamente contra el espíritu del tiempo que nos toca vivir. Un tiempo, en el que, como en todo otro, el vivir, con todas sus cosas, es un poco más bello gracias a los George y Mary que habitan por el mundo. 

 

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