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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

16
Nov
2023
Contra la necia interpretación
2 comentarios

mercado

En un texto muy comentado, que lleva el sugerente título de “Contra la interpretación”, la escritoria norteamericana Susan Sontag arremete contra las interpretaciones que desfiguran los hechos. Ella piensa en esas interpretaciones que se hacen de las obras de arte y que las deforman para que no sean lo que son ni digan lo que dicen. Para ella, “la interpretación es la venganza que se toma el intelecto sobre el arte”, es “el homenaje que la mediocridad rinde al genio”. Y esto es porque “la interpretación presupone una discrepancia entre el significado evidente del texto y las exigencias de (posteriores) lectores”. Según Sontag, ese significado evidente es el significado literal, que los intérpretes tratan de ocultar, porque se les hace insoportable, de manera que se lanzan a buscar un significado oculto, inaccesible si no es por boca del hermeneuta que interpreta aquello respecto a lo cual nuestros ojos nos engañan.
Siempre encontré difícil aceptar la idea de que las cosas tienen un significado evidente. La realidad suele ser más complicada y tiene muchas capas de sentido. Pero confieso que el agiotaje al que estamos sometiendo las costuras de nuestro país me parece que es exactamente el ejemplo claro de esta venganza de los necios. 7 votos. Es un hecho. Literal. Lo demás es una dysnóesis de la peor clase.
 
 

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4
Nov
2023
Madera y huevos duros para el sexto.
6 comentarios

tren

El canon 977 del Código de Derecho Canónico reza: “Fuera de peligro de muerte, es inválida la absolución del cómplice en un pecado contra el sexto mandamiento del Decálogo”, es decir, en román paladino, un sacerdote fornicario no puede absolver a aquella persona con la que ha fornicado, que es quien se lucraría de esa absolución. Ahora que está tan de moda secularizar las ideas religiosas, teológicas y demás, podríamos leer esto en esta clave: “en ningún caso (o aceptemos esa excepción que señala el canon) un político debe amnistiar a otro político”. La amnistía es pura teología clavada en el corazón de la política. Esta, en el fondo, como nos han dicho prestigiosos pensadores, de Carl Schmitt en adelante, es teología secularizada. Sin embargo, al perder la dimensión trascendente, la política amnistiadora corre el riesgo de convertirse en lo que de hecho se ha convertido en estos días, en un puro acto marxista, concretamente de los Hermanos Marx, que se puede resumir en dos frases: “Y también dos huevos duros (en lugar de dos pon tres)” (Una noche en la ópera) y “Traed madera" (vulgo “Más madera” (Los hermanos Marx en el Oeste). El cambalache que tiene lugar en España en estas jornadas, y que provoca la indignación de no pocos, consiste en un  “qué hay de lo mío” (en lugar de dos pon tres) por parte de unos y una huida hacia delante quemando todos los recursos habidos y por haber para hacer que el tren llegue no se sabe muy bien a dónde.
Los Ilustrados consideraban que el Estado moderno podía describirse bien usando la metáfora del reloj, que funciona imperturbable y ajeno a las consideraciones particulares. No sé qué metáfora será aplicable al Estado en el estado en que ha quedado, valga el retruécano. Porque lo grave no es lo que esté por venir, que vaya usted a saber, sino el destrozo tremendo que ya nos han procurado estos rastacueros que, maldita nuestra suerte, nos han tocado en suerte. Fornicarios que perdonan a sus colegas de fornicio para seguir en el asunto. Nunca pensé que llegaría a decir que el código de derecho canónico es más avanzado, justo y ecuánime que lo que parece que va a presentarse como proposición de ley. ¡Maiora videbimus! Pero ya hemos visto mucho, demasiado.

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27
Sep
2023
Políticos sincategoremáticos
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trabajo

Los medievales denominaban términos sincategoremáticos (y, o, si) a aquellos que se agregan y cualifican a los categoremáticos, que son los que tienen significado por sí mismos. Aquellos no significan nada independientemente de estos a los que cualifican. No sé por qué me vino a la mente la idea de que los políticos son cada vez más sincategoremáticos: se han rebelado contra los categoremas, con lo que el debate democrático ha sido tomado por individuos que han olvidado que están donde están en virtud del significado que les otorgan otros y han emprendido una carrera sin sentido, algo así como “y no entonces incluso tras mediante”, es decir, hacia el sinsentido. Los precios suben desbocados, pero eso no va con ellos, ya que la causa es la coyuntura internacional; las cifras de paro se empotran en estadísticas que las alivian (hay estadísticas para todo, para esto y para su contrario); y el chalaneo es vergonzoso (porque es lo que es, un cambio de cromos que, en cuanto tal, sin entrar ya en las complejidades, es extraordinariamente inmoral). Pero no hay que preocuparse. Los intelectuales orgánicos harán el relato que les demandan y aquí paz y después gloria (sobre todo porque en unos meses nadie se acordará, o si se acuerda, no le afectará demasiado). Es la técnica más vieja del mundo.
Mientras pensaba en estas cosas tuve la ocasión de revisar las pruebas de imprenta de un muy interesante artículo sobre los intelectuales, en el que se cita al poeta rumano Oskar Pastior, condenado en su juventud a cinco años de trabajos forzados en la Unión Soviética. Pastior nos relata que allí, en esos campos que Europa no quiso ver durante décadas, la mayoría de los intelectuales, acostumbrados a las pompas mundanas, perdían su moral desde el primer momento. Se vendían al mejor postor para obtener los privilegios que hay incluso en esos mataderos. Lo que le llamaba la atención a Pastior es que la “gente sencilla” se mantenía firme en una idea: “Eso no se hace”.
“Eso no se hace”, ese imperativo moral subsiste en la vida cotidiana y va más allá de las leyes. Procede de otro territorio que muchos intelectuales de nuestra época –o las figuras públicas, normalmente con menos dudas en la cabeza y con la misma disposición que ellos a dejar la moral de lado que ellos– se encargan de laminar con sus aquiescencias, risas y aplausos. Este terreno –quizá podríamos llamarle moral por no apuntar más alto– ya no es un contendiente en la partida que se está jugando entre los políticos sincategoremáticos, que han creado su mundo de juegos, en el que no tienen por qué ocultarse. Es su mundo, y ahí, como niños edípicos y malcriados, hacen lo que les da la gana. Liberados de sus yugos categoremáticos, vuelan libres, como los planetas a los que se les ha borrado su sol. Esa poderosa imagen que Nietzsche aplica a la descripción de la muerte de Dios ilustra bien lo que suena a debacle política: sin justicia –se preguntaba San Agustín– ¿qué son los Estados sino bandas de piratas?
 
 
 

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20
Sep
2023
Una croqueta estéticamente destructiva
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croqueta

“La humanidad, que fue una vez, en Homero, un objeto de contemplación para los dioses olímpicos, se ha vuelto ahora objeto de contemplación para sí misma. Su autoenajenación ha alcanzado un grado tal, que le permite vivir su propia aniquilación como un goce estético de primer orden”. Son palabras de Walter Benjamin, en un texto muy famoso que escribió cuando sobre Europa se cernían los negros nubarrones del siglo XX, por segunda vez. Cuando veo cómo nuestra clase política se muestra completamente inane ante todo lo que está cayendo no puedo evitar recordar ese magnífico pensamiento de vivir el propio fin como un espectador anonadado y subyugado por la potencia de fuego que se despliega en una guerra y todos sus fenómenos estéticos concomitantes. Es evidente que no hace falta estar en guerra para quedarse deslumbrado como un animal al que le enfocan los faros del coche por la noche. Como digo, basta con estar en una contienda política en la que el amado líder exige sumisión, aplausos y llevar un cuaderno para que los súbditos apunten todo lo que se le pueda ocurrir al mínimo timonel.
Hay un elemento, ciertamente, de autodestrucción en ese atronador silencio de buena parte de la clase política respecto a lo que, parece, una gran parte de los ciudadanos considera un despropósito en el debate político de hoy. Mas tal sinsentido viene, como todo, planificado desde un gabinete que vende la vida política como se venden calcetines, perfumes o motos. Se introduce en la conversación cotidiana una idea, un tema del que hasta entonces no se quería o no se podía hablar para que se vaya reblandeciendo, como las sobras de un pollo que se ha quedado duro y que nadie se quiere comer. Luego ya, una vez que está en esos hablares del día a día, bien alimentados por la prensa, ¿cómo no se va a hablar de ello y a proponer como algo sensato? La gente habla de ello, ergo... Se prepara la croqueta y nos la tragaremos todos, algunos con deleite estético y otros con lenidad.
Llevamos años hablando de “líneas rojas”, expresión que no significa nada. Quienes saben de esto, saben muy bien que esa línea es muy delgada. La delgada línea roja era, en la novela de James Jones que lleva ese título, la que separaba la locura de la cordura. En la espléndida e insuperable película de Terrence Malick es la dibuja la piel, la encarnación del ser humano que vive en un escenario bélico. En el habla de hoy, la delgada línea roja no es la que separa la verdad de la mentira, porque esas dos categorías hace mucho que no juegan en esta liga, sino la que divide el instante en el que dije digo del instante en el que dije Diego. Y así, los ciudadanos asistimos estupefactos a las maniobras orquestales de una clase política que, en efecto, vive su propia aniquilación como legisladora del bien común como un goce estético de primer orden. 

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8
Ago
2023
El móvil cargado de futuro
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SD

No deja de ser extraño que por todas partes nos asalten afirmaciones que dejan entrever que nuestra época es la época, el culmen de la historia de la humanidad, hacia la cual se dirigían las fuerzas que han guiado la historia. Nada nuevo bajo el sol. Es probable que cualquier época habida y por haber haya pensado o piense de sí misma algo similar, y desde esa convicción haya emitido o emita en el futuro juicios por doquier respecto a épocas pasadas. Del futuro solo podemos hipotetizar, pero respecto al pasado basta con leer algunos de los textos representativos, sobre todo de aquellos momentos en los que los que escribían se consideraban a sí mismos poco menos que el fin de la historia.
Nuestra época no solo se caracteriza por la convicción –más que suposición– de que hemos aquilatado la moral definitiva, desde la que podemos mirar atrás con superioridad (y en no pocas ocasiones con un desconocimiento palmario y unas generalizaciones abusivas que meten miedo) y anticipar ese fin de la historia, ahora sí, el definitivo y bueno. Nada de lo que consideramos hoy un dato moral –un hecho fijo e inmutable, más que un valor pendiente de validación– será siquiera revisado por la historia, pensamos. Es lo que tienen los finales, que lo que viene después ya no cuenta, como el gol que mete un futbolista al cuarto de hora de acabado el partido. Uno sospecha que nada se ha acabado, pero los escribanos parecen vivir como si así fuera.
Un ejemplo que ilustra esta cierta necedad (de nescio) es esa tendencia tan hodierna a ver gente con teléfonos móviles en cuadros históricos. Cualquiera que tenga un mínimo de cultura y de memoria histórica ve misales, devocionarios o rosarios, pero no tabletas o iphones. Sin embargo, nadie parece ver un artilugio del futuro que aún no sabemos interpretar. No. Se ven teléfonos móviles, porque pensamos que los pintores estaban anticipando el fin de la historia en el que vivimos, tras el cual ya no habrá nada nuevo. Me temo que el libro que suele portar Santo Domingo se habrá convertido, en su día, en un ebook. Pero ese ya no nos vale para ilustrar la anécdota de las pieles muertas. Algo se ha perdido. Feliz día de SD.  

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4
Ago
2023
Duc in altum con sopa
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angelote de Sion

Hace algunas mañanas, a ratos, entre el aroma del incienso y el sonido de cantos, mi vista vagabundeaba por una serie de cuadros que adornaban un magnífico coro. Uno era del ángel de la guarda. Este acompañaba a un infante al que guiaba con una mano con paso seguro, mientras que con la otra apuntaba hacia lo alto. No puede evitar pensar en esa crítica ya antigua de que el mundo de la religión hace olvidar lo verdaderamente importante, lo de tejas abajo… Lo del opio del pueblo, vamos. Ahora bien, esa crítica se puede aplicar a todo: la política, el fútbol, la cultura, la diversión, los viajes, las compras, los analgésicos, la sopa de cocido y las colonias… Cualquier realidad puede ser despojada de su carácter más genuino (que lo tiene) y ser reducida a esa función de manipulación. Pues no tiene poco poder desactivador de cualquier intentona revolucionaria una buena sopa, que calma el frío y el hambre. No, aunque sueñe extraño en nuestra época, de liquideces e indefiniciones, hay realidades que están muy por encima de esa reducción pragmática. El brazo del ángel de la guarda, que no es más que la representación pictórica de aquella “orden” de Lc 5,4 –“Duc in altum”–, es un recuerdo de que si usas lo religioso para deshumanizar, mal uso le has dado. Como si usas la sopa de cocido para regar los calabacines. 

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31
Mar
2023
Papoclastas y papólatras
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guardia suiza

Ahora que la salud del Papa se ha resentido de modo público y notorio, mucha gente se ha puesto a rezar. Alguien me comentaba que no sabía hasta qué punto algunas personas que conocía bien rezaban para que el Papa se recobrase o para que Dios lo llevase definitivamente a su seno.
Igual que sucede con la democracia, hay una paradoja en la misma elección del Papa. En el caso de un sistema democrático, los estudiosos detectan la paradoja de que el demócrata quiere que gane su candidato, pero al mismo tiempo quiere que gane el que salga elegido fruto de un proceso democrático, que puede perfectamente ser el candidato que menos le gusta. En el caso del Papa se da algo parecido: el católico desea que salga elegido del cónclave el candidato que más se adapta a su modo de entender el catolicismo, pero al mismo tiempo desea que el candidato sea aquel que el Espíritu Santo ha elegido, que a lo mejor es el que a él le parece menos adecuado.

En general, la visión del espectador es bastante cómoda. Uno siempre sabe cómo alinear los jugadores de un equipo para lograr victorias imposibles, de mismo modo que, cuando le da por ahí, piensa que, si él fuese el Papa, las cosas de comer, con las que no se juega, serían distintas. Algo así creía aquel rey nuestro, Alfonso X, que más o menos le pedía a Dios ser dios un par de días para arreglar todos los males y defectos que él veía con claridad en la creación.

Es evidente, por otra parte, que entre ese extremo de creerse uno el Papa latente, el que había de ser si el Espíritu Santo no se hubiese despistado el día de autos, y caer en la papolatría hay un espectro infinito de posibilidades. Entre los informadores que desdeñan y desautorizan al Papa de forma sistemática y antes de que este abra la boca, y aquellos otros que se revuelven contra cualquiera que haga la más mínima crítica a la cualquier cosa relacionada con el Papa hay sin duda una infinidad de posibilidades. Y supongo que hay veces en que el cristiano de a pie tendrá razones para decir esto o aquello.

Una de las leyendas relativas al origen del lema de la Orden (veritas), tiene que ver con cosas que Juan XXII decía y que no eran del todo ortodoxas. Así que alguien le dijo que no, que no es así. De modo que la cosa viene de lejos. En fin, ni papoclastia, ni papolatría. Hay infinitas posibilidades más. A San Agustín se le atribuye algo que parece que no es suyo, quizá de origen luterano, pero asumido por Juan XXIII: in  necessariis unitas, in dubiis libertas, in omnibus caritas: unidad en lo necesario, libertad en lo dudoso, caridad en todo. Pues así.

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9
Mar
2023
El duelo del pródigo
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Colorado

Si es que el cine está lleno de confianza, perdón y demás virtudes cristianas. En la esplendida “Duelo en la alta sierra” se nos narra la historia de tres hombres y una mujer que tienen que llevar un cargamento de oro al banco desde una mina. Dos de los contratados para esa tarea son amigos desde antaño, pero uno de ellos se vuelve codicioso y decide robar el dinero. Tras muchos enfados, acusaciones y demás llega el tiroteo con los verdaderos bandidos, que no quieren el dinero, sino llevarse a la mujer, y ahí es donde reaparece el amigo, ladrón en grado de tentativa, que había huido y que, en los últimos instantes de su colega, le dice: “no te preocupes por nada. Me haré cargo de todo como tú harías”, es decir, llevaré el dinero al banco. Y el moribundo le responde: “Sé que lo harás. Siempre lo supe. Tú solo te olvidaste durante un rato”. He aquí otra versión de la parábola del hijo pródigo, que tiene que ver con cómo se conceptúa el “tiempo” en el que uno vive. Lo habitual es que consideremos que una ofensa supone una ruptura sin fin. El tiempo futuro se concibe como un tiempo en el que el ofensor ya no está presente o, si acaso, lo está como memoria dolida y herida siempre abierta. Pero el padre del hijo pródigo es el que mantiene el tiempo abierto, posibilitando la vuelta en cualquier momento, que al fin y al cabo es de lo que se trata en esa espera mesiánica: el Mesías puede volver en cualquier instante, como el hijo pródigo o el amigo traicionero, que solo se olvidó durante un momento de en qué consistía la amistad.

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27
Feb
2023
Esto es basura
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S Judas

No hace mucho me encontré en una especie de sótano una caja de folletos devocionales dedicados a San Judas Tadeo, del estilo de los marianos que tenemos por aquí en Montesclaros, la Peña de Francia, etc. Mientras comía algo, me puse a hojear uno. Como es habitual, están llenos de relatos edificantes y de gracias recibidas por milagros de gran o de pequeño calado, lo cual es siempre tan relativo… La curación de una enfermedad grave es un milagro de los gordos, pero para quien está desesperado porque su hijo no estudia y, tras la oración a San Judas Tadeo, resulta que se aplica y hasta se vuelve “una persona de provecho”, no hay duda de el santo ha obrado un milagro de categoría. Supongo que solo quien tiene un hijo en situación conflictiva tiene los ojos abiertos para percibir esa sutileza.

Es evidente que vivimos desde hace mucho en un mundo que, en general, desdeña todo este tipo de cosas, aunque luego se deja enredar en brujerías varias. Los mismos teólogos se han abonado a aquella famosa “desmitologización” –que ha tirado por el desagüe el agua, el niño, la bañera y a la abuela que pasaba por allí– y algunos incluso se enfadan si alguien defiende la oración de petición, que ya son ganas de enfadarse a lo tonto y sin razón. Pero en fin, de la mano de este nuevo espíritu liberal va la idea de que creer en el milagro en el mejor de los casos es una superstición medio tonta y en el peor una irresponsabilidad.

Encima de los folletos, en la caja, había un papel que decía: “Esto es basura”. Literalmente se refería a que los folletos estaban ahí para ir al cubo de reciclaje. Habrían sobrado de una impresión muy grande, quizá se habían olvidado de enviarlos o la gente no los había recogido. Quién sabe. Pero ese textillo me dio que pensar. Los que no son partidarios de contar las gracias recibidas, ni de pedirlas, consideran que, efectivamente, todo ese mundillo del milagro grande o pequeño no es más que eso, basura conceptual. El mismo Hume o Puente Ojea podrían haber puesto ese papelorio en esa caja y haberse ido hinchando pecho. Y así llevamos algunos siglos diciéndole a Dios lo que tiene y lo que no tiene que hacer. Porque la crítica fundamental a los milagros, tan expansiva en la Ilustración, y que ya es parte de ese humus del que hablamos, es que no se dan porque no se pueden dar, lo cual es una pescadilla que se muerde la cola de manera pasmosa. Todas las demás críticas a los milagros dependen de esta afirmación fundamental, de muchas raíces y con muchas ramas: no se dan porque no se pueden dar.

¿Quién soy yo para... que decía el Papa? ¿Acaso conozco toda la realidad y puedo tener todas las experiencias posibles? No hay nada de malo en poner una vela, por mucho que los filósofos empelucados le miren a uno de reojo.

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23
Feb
2023
Dos hombres y el destino de Wittgenstein
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destino

En la soberbia película “Dos hombres y un destino”, los dos proscritos van huyendo. En un momento dado Paul Newman le dice a Robert Redford: “Ya no pueden seguirnos”. Este le responde: “¿de veras lo crees?” E inspiradamente Paul le contesta: “Lo creo si tú lo crees”. Lo creo si tú lo crees. No “lo creo porque tú lo crees”, que también podría ser una magnífica prueba de confianza causal, aunque esta va a exigir las razones de por qué lo cree. No, se trata de pura confianza en la persona en el contexto de esa comunidad de dos que forman esta pareja forajidos. La fe tiene mucho de eso. La frase de la película me recordó aquel precioso texto del libro de Rut que tanto se lee en las bodas: “No insistas en que te abandone y me separe de ti, porque donde tú vayas, yo iré, donde habites, habitaré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios”. Si tú lo crees, yo lo creo, porque me fío de tu juicio, de cómo vives y de lo que relatas. Paul no se abandona a la opinión de Robert, sino a la certeza que le ofrece el que ha sido su compañero de camino, de fatigas y de holganzas. Hasta el Aquinate insiste en este aspecto comunitario de la fe.

La Tradición (con mayúscula) es la piedra angular sobre la que se apoya ese si de “si tú lo crees”. Nuestra época es la época que reclama fundamentos, hechos indudables, que a la larga siempre se muestran dudosos. Pero también es la época en la que un filósofo, con mucho ingenio, ha dicho que ese afán de justificación y de certezas prístinas no es signo de toda la salud de alma que sería deseable. Le cito: “lo difícil es encontrar el principio. O mejor: es difícil comenzar desde el principio sin intentar retroceder más allá”. Nadie mejor que Wittgenstein para subrayar que hay cosas que solo son posibles si se confía en algo (por múltiples razones diversas en los distintos ámbitos de la vida), si se acepta que el suelo que se ha encontrado es válido para soportar el edificio que se va a construir.

Alguien dirá: pero la película acaba mal. ¿Acaba mal? No la ha visto bien.

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