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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
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23
Dic
2023
Pero mira que es bello el vivir analógico
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monument

Alguien acaba de decirme que está viendo Qué bello es vivir en este mismo instante. ¡Qué gran elección! Ya desfilan por mi imaginación George, Mary, Mr. Potter, Martini, etc. No hay mejor película navideña, pero no porque acontezca en Navidad (eso la metería en la misma categoría de La Jungla de Cristal 2), sino por el asunto de fondo, que en cierto modo se asemeja bastante al de Vive como quieras, película soberbia también de Capra con la que comparte un gran número de actores. Llama la atención que el grandísimo Lionel Barrymore, presente en ambas, nos ofrece sendas interpretaciones gloriosas –el abuelo en una y Mr. Potter en otra– que tienen algo en común: encarnan arquetipos perfectos, en aquel caso del hombre libre y feliz; en este del hombre amargado y desgraciado. O quizá, la presentación analógica y la dialéctica de la realidad.
Qué bello es vivir es una película típicamente católica. Obviamente esto se debe a Capra, pero imagino que hay muchos directores que son católicos o de origen católico y eso no se trasluce en sus películas. El profesor Kenneth Gumbert, dominico de Providence College, ha investigado, siguiendo a otros autores, las diferencias existentes en el cine entre lo que se ha denominado la imaginación católica (analógica) y la imaginación protestante (dialéctica), encarnadas, aquella, por ejemplo, en John Ford, y esta por Howard Hawks.
La imaginación católica ve la presencia de Dios en el mundo en una creación que es buena – que se muestra en paisajes sublimes y hermosos–, una morada acogedora y bella habitada por personas bondadosas que son imagen de lo divino y se esfuerzan por lograr el bien común –cuánto bien ha hecho Tomás de Aquino–. Por el contrario, la imaginación dialéctica subraya la ausencia y la radical alteridad de Dios, que se muestra en una naturaleza hostil, efecto de la corrupción que se sigue de la caída, de ahí también el carácter pecador inherente al ser humano, que solo puede salvarse mediante la confesión personal de la fe. En la imaginación católica los mediadores juegan un papel clave y suelen sacrificarse por el bien de la comunidad. Esta es lo que importa, de ahí que el sufrimiento encuentre un sentido. Para la imaginación protestante, por el contrario, los mediadores no juegan papel alguno. El asunto clave es el individuo, solo frente a Dios, el héroe solitario, que está más allá de la comunidad. A diferencia de la imaginación católica, que se centra en la encarnación como puente entre el cielo y la tierra, la imaginación protestante orbita más en torno en la resurrección. Ahora vean a John Wayne en La diligencia y Río rojo, por ejemplo, y verán a qué se refiere Gumbert. No puede haber dos películas más diferentes.
Qué bello es vivir refleja perfectamente esos aspectos de la imaginación católica en George Bailey y todo su mundo. Potter, ah, Potter, tiene un puntito de dialéctico. No puede ser más rica esta película. Cuanto más se ve, más cosas se ven. Ad multos annos. Y feliz Navidad.
 
 
 
 
 

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18
Dic
2023
Bach cioránico
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órgano

Ayer le comentaba a un buen amigo, que acababa de ser uno de los afortunados intérpretes de una excelente versión de la Misa en Si menor de Bach, que este teutón es ciertamente uno de los mejores argumentos para la existencia de Dios. No lo digo yo. Lo dice ese filósofo desencantado, Cioran, que no es sospechoso de pertenecer a ninguna cofradía del Rosario ni de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Para él “todo lo que conocemos sobre Dios no vale lo que un acorde de órgano.” Y algo de razón tiene, me temo. Bach es uno de esos personajes atravesados por Dios de arriba abajo, en su obra, en cómo esta traduce a sonidos y versos el catecismo, y en cómo ella misma es su espacio de relación con Dios. “Ante tu trono me presento” fue el último coral que compuso. Y, según ese texto tan maravilloso que es La pequeña crónica de Ana Magdalena Bach, más o menos histórico o fabulado, en sus últimos momentos escuchó el coral Todos los hombres deben morir, cuya versión suena de vez en cuando en la iglesia de San Pablo con la convicción casi absoluta del tañedor de que, para el oyente, lo que suena es una música más, pues las referencias religiosas de lo musical nos son tan arcanas ya como el griego ático para el común de los mortales.
Hace años, en un “librúsculo” que se presentaba como biografía de Bach, el escribano, sin ningún argumento de peso (más allá de que el músico se había pegado con las autoridades eclesiásticas en una de las ciudades en las que había trabajado) sostenía que Bach, en realidad, no era religioso. Eso es mucho decir, y si se acepta de los epistemólogos aquello de que afirmaciones extraordinarias requieren evidencias extraordinarias, no vamos a exigir menos en este caso. 

Si se escucha su música, como Cioran, y se lee la innumerable cantidad de dedicatorias de sus obras al Dios altísimo, o se echa un vistazo a las diversas biografías que, por humanista que lo quieran presentar, no pueden dejar de citar lo que es más que obvio, parece que la figura que emerge es, en efecto, la que se ha denominado “el quinto evangelista”. Pero para crear un personaje adaptable a los gustos de hoy se aplica el espíritu del tiempo y se afirma que un hombre dieciochesco del siglo XVIII, de haber vivido en nuestra época, no se habría dejado engañar por cuentos de viejas o viejos, que tanto da. Eso me da que pensar que el asunto no está ni en Bach, ni en el ser humano ut talis, sino en la época, en eso que los mismos alemanes llaman la Zeitgeist. La cuestión de Dios tiene que ver, ante todo, con la época, el espíritu del tiempo, esa coordinación de sucesos y eventos temporales, geográficos y sociales que da como precipitado un marco en el que ciertas ideas o creencias encuentran pista libre mientras que otras no tienen cabida. Como en Belén. Las épocas van y vienen. Bach queda y, con él, otra narración del evangelio.

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17
Dic
2023
Se realizan comidas para llevar
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comida

El cartel –un folio– pegado en el escaparate del bar rezaba: “Se realizan comidas para llevar”. Me llamó la atención el modo de expresarlo. Lo habitual, la costumbre, es “se hacen”. Quizá "se preparan", "se cocinan"... Pero hacer y realizar no están tan lejos semánticamente, al menos en alguna de sus acepciones. Realizar tiene algo que ver con “hacer real”, aunque el diccionario de la RAE no sea tan límpido en este caso. “Efectuar”, dice este. Pero efectuar tiene que ver con empezar a tener efectos, cosa que lo que no es real no tiene. Era perfecta entonces la descripción de lo que se hacía en la cocina de ese bar: se hacían reales comidas que no existían y a partir de entonces podían empezar a desplegar sus efectos.
En realidad –valga el juego de palabras– que algo sea real significa muchas cosas distintas. Algo puede ser incluso real siendo irreal, como un diamante falso. En un orden de realidad es real (es un pedrusco); en otro, es irreal (si es que entendemos la realidad asociada a lo verdadero). En el habla común sentenciamos: “esa es la realidad” cuando queremos decir “esa es la verdad”. Y así, dos términos tan amigos en el pensar tradicional vuelven a unirse de vez en cuando, aunque no con demasiada frecuencia, en la realidad (otro sentido del término, en este caso, la cotidianidad).
Los aprendices de brujo que mandan en esta suerte de despotismo sin ilustrar en el que nos ha tocado vivir también realizan cosas: pactos, trampas, acuerdos, trampantojos, conversaciones, trampillas… “Se realizan pactos para llevar”, podían decir. Vaya si van a tener efectos después. Lo que ocultan –no podía ser de otra manera– es que esa realidad no es verdadera. Solo es un juego de prestímanos que vende comida recalentada y no ha realizado nada verdadero. Luego nos quejamos del descrédito de toda la cosa pública.

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7
Dic
2023
La desgracia de no vivir en la tierra de María Santísima
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Virgen

Un buen amigo, con el que de vez en cuando comento cosas de los filósofos que leemos, que en buen número son nórdicos, sajones, teutones… gente de por allá, suele acabar la cháchara con algo así como: “déjalos, que bastante desgracia tienen los pobres de no vivir en la tierra de María Santísima”. Este país lo es. No sé si habrá algo equivalente en el resto del mundo. La presencia mariana en España está por todas partes y sorprende a los extranjeros que vienen avisados de que este país ha dejado de ser católico. Ermitas, santuarios, basílicas pueblan la geografía urbana y rural. Pocos pueblos carecen de su espacio devocional, en el que rinden culto a la Virgen bajo sus distintas advocaciones. No hablemos ya de las procesiones, sobre todo en el sur. ¡Católico, católico!, describía el país una amiga en su primera venida a España. En mi pueblo, sin ir más lejos, la Virgen del Carmen es intocable, y eso lo defienden creyentes, ateos y mediopensionistas. Es el rostro materno De Dios, el rostro inmaculado. Dicen que el Papa no ha venido a España. No es del todo cierto. Va todos los años a ese trozo de España que hay en Roma, bendecido por la Inmaculada. Se mire por donde se mire, ciertamente esta es la tierra de María Santísima.

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21
Nov
2023
La creencia solar
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monja NY

“Un hombre que está dispuesto a cambiar de opinión sobre cualquiera de sus creencias siempre que le parezca que la evidencia habla contra ellas no será capaz de aferrarse a ellas el tiempo suficiente para desarrollarlas y comprobarlas de modo apropiado”. Eso decía un filósofo respecto a la creencia religiosa. Esta tesis, en realidad, se aplica a todas las creencias, religiosas o no, en las que los “cambios de opinión” constantes muestran que esas creencias ni son inveteradas ni son auténticas. Una creencia robusta es aquella que no es inmune a la evidencia en contra, pero que no se deja quebrar por el primer elemento que parece contradecirla. No hace falta ser el santo Job para mantener una creencia contra viento y marea, aunque ese sea un ejemplo límite. Basta con ser un ser humano que no muda sus convicciones según sople el viento de la moda o el sol que más calienta. Es necesario, según hace saber el filósofo arriba citado, dejar que el tiempo haga su trabajo trabando las creencias, permitiendo que se desarrollen y dejando que estas tengan su efecto. De otro modo, las creencias se moldean sobre el célebre dicho marxiano (de Groucho) sobre la mutabilidad de los principios: estas son mis creencias. Si no le gustan (¿a quién?), tengo otras. Qué tendrá el sol que más moreno pone para desarrollar la indignidad de modo exponencial…

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16
Nov
2023
Contra la necia interpretación
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mercado

En un texto muy comentado, que lleva el sugerente título de “Contra la interpretación”, la escritoria norteamericana Susan Sontag arremete contra las interpretaciones que desfiguran los hechos. Ella piensa en esas interpretaciones que se hacen de las obras de arte y que las deforman para que no sean lo que son ni digan lo que dicen. Para ella, “la interpretación es la venganza que se toma el intelecto sobre el arte”, es “el homenaje que la mediocridad rinde al genio”. Y esto es porque “la interpretación presupone una discrepancia entre el significado evidente del texto y las exigencias de (posteriores) lectores”. Según Sontag, ese significado evidente es el significado literal, que los intérpretes tratan de ocultar, porque se les hace insoportable, de manera que se lanzan a buscar un significado oculto, inaccesible si no es por boca del hermeneuta que interpreta aquello respecto a lo cual nuestros ojos nos engañan.
Siempre encontré difícil aceptar la idea de que las cosas tienen un significado evidente. La realidad suele ser más complicada y tiene muchas capas de sentido. Pero confieso que el agiotaje al que estamos sometiendo las costuras de nuestro país me parece que es exactamente el ejemplo claro de esta venganza de los necios. 7 votos. Es un hecho. Literal. Lo demás es una dysnóesis de la peor clase.
 
 

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4
Nov
2023
Madera y huevos duros para el sexto.
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tren

El canon 977 del Código de Derecho Canónico reza: “Fuera de peligro de muerte, es inválida la absolución del cómplice en un pecado contra el sexto mandamiento del Decálogo”, es decir, en román paladino, un sacerdote fornicario no puede absolver a aquella persona con la que ha fornicado, que es quien se lucraría de esa absolución. Ahora que está tan de moda secularizar las ideas religiosas, teológicas y demás, podríamos leer esto en esta clave: “en ningún caso (o aceptemos esa excepción que señala el canon) un político debe amnistiar a otro político”. La amnistía es pura teología clavada en el corazón de la política. Esta, en el fondo, como nos han dicho prestigiosos pensadores, de Carl Schmitt en adelante, es teología secularizada. Sin embargo, al perder la dimensión trascendente, la política amnistiadora corre el riesgo de convertirse en lo que de hecho se ha convertido en estos días, en un puro acto marxista, concretamente de los Hermanos Marx, que se puede resumir en dos frases: “Y también dos huevos duros (en lugar de dos pon tres)” (Una noche en la ópera) y “Traed madera" (vulgo “Más madera” (Los hermanos Marx en el Oeste). El cambalache que tiene lugar en España en estas jornadas, y que provoca la indignación de no pocos, consiste en un  “qué hay de lo mío” (en lugar de dos pon tres) por parte de unos y una huida hacia delante quemando todos los recursos habidos y por haber para hacer que el tren llegue no se sabe muy bien a dónde.
Los Ilustrados consideraban que el Estado moderno podía describirse bien usando la metáfora del reloj, que funciona imperturbable y ajeno a las consideraciones particulares. No sé qué metáfora será aplicable al Estado en el estado en que ha quedado, valga el retruécano. Porque lo grave no es lo que esté por venir, que vaya usted a saber, sino el destrozo tremendo que ya nos han procurado estos rastacueros que, maldita nuestra suerte, nos han tocado en suerte. Fornicarios que perdonan a sus colegas de fornicio para seguir en el asunto. Nunca pensé que llegaría a decir que el código de derecho canónico es más avanzado, justo y ecuánime que lo que parece que va a presentarse como proposición de ley. ¡Maiora videbimus! Pero ya hemos visto mucho, demasiado.

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27
Sep
2023
Políticos sincategoremáticos
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trabajo

Los medievales denominaban términos sincategoremáticos (y, o, si) a aquellos que se agregan y cualifican a los categoremáticos, que son los que tienen significado por sí mismos. Aquellos no significan nada independientemente de estos a los que cualifican. No sé por qué me vino a la mente la idea de que los políticos son cada vez más sincategoremáticos: se han rebelado contra los categoremas, con lo que el debate democrático ha sido tomado por individuos que han olvidado que están donde están en virtud del significado que les otorgan otros y han emprendido una carrera sin sentido, algo así como “y no entonces incluso tras mediante”, es decir, hacia el sinsentido. Los precios suben desbocados, pero eso no va con ellos, ya que la causa es la coyuntura internacional; las cifras de paro se empotran en estadísticas que las alivian (hay estadísticas para todo, para esto y para su contrario); y el chalaneo es vergonzoso (porque es lo que es, un cambio de cromos que, en cuanto tal, sin entrar ya en las complejidades, es extraordinariamente inmoral). Pero no hay que preocuparse. Los intelectuales orgánicos harán el relato que les demandan y aquí paz y después gloria (sobre todo porque en unos meses nadie se acordará, o si se acuerda, no le afectará demasiado). Es la técnica más vieja del mundo.
Mientras pensaba en estas cosas tuve la ocasión de revisar las pruebas de imprenta de un muy interesante artículo sobre los intelectuales, en el que se cita al poeta rumano Oskar Pastior, condenado en su juventud a cinco años de trabajos forzados en la Unión Soviética. Pastior nos relata que allí, en esos campos que Europa no quiso ver durante décadas, la mayoría de los intelectuales, acostumbrados a las pompas mundanas, perdían su moral desde el primer momento. Se vendían al mejor postor para obtener los privilegios que hay incluso en esos mataderos. Lo que le llamaba la atención a Pastior es que la “gente sencilla” se mantenía firme en una idea: “Eso no se hace”.
“Eso no se hace”, ese imperativo moral subsiste en la vida cotidiana y va más allá de las leyes. Procede de otro territorio que muchos intelectuales de nuestra época –o las figuras públicas, normalmente con menos dudas en la cabeza y con la misma disposición que ellos a dejar la moral de lado que ellos– se encargan de laminar con sus aquiescencias, risas y aplausos. Este terreno –quizá podríamos llamarle moral por no apuntar más alto– ya no es un contendiente en la partida que se está jugando entre los políticos sincategoremáticos, que han creado su mundo de juegos, en el que no tienen por qué ocultarse. Es su mundo, y ahí, como niños edípicos y malcriados, hacen lo que les da la gana. Liberados de sus yugos categoremáticos, vuelan libres, como los planetas a los que se les ha borrado su sol. Esa poderosa imagen que Nietzsche aplica a la descripción de la muerte de Dios ilustra bien lo que suena a debacle política: sin justicia –se preguntaba San Agustín– ¿qué son los Estados sino bandas de piratas?
 
 
 

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20
Sep
2023
Una croqueta estéticamente destructiva
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croqueta

“La humanidad, que fue una vez, en Homero, un objeto de contemplación para los dioses olímpicos, se ha vuelto ahora objeto de contemplación para sí misma. Su autoenajenación ha alcanzado un grado tal, que le permite vivir su propia aniquilación como un goce estético de primer orden”. Son palabras de Walter Benjamin, en un texto muy famoso que escribió cuando sobre Europa se cernían los negros nubarrones del siglo XX, por segunda vez. Cuando veo cómo nuestra clase política se muestra completamente inane ante todo lo que está cayendo no puedo evitar recordar ese magnífico pensamiento de vivir el propio fin como un espectador anonadado y subyugado por la potencia de fuego que se despliega en una guerra y todos sus fenómenos estéticos concomitantes. Es evidente que no hace falta estar en guerra para quedarse deslumbrado como un animal al que le enfocan los faros del coche por la noche. Como digo, basta con estar en una contienda política en la que el amado líder exige sumisión, aplausos y llevar un cuaderno para que los súbditos apunten todo lo que se le pueda ocurrir al mínimo timonel.
Hay un elemento, ciertamente, de autodestrucción en ese atronador silencio de buena parte de la clase política respecto a lo que, parece, una gran parte de los ciudadanos considera un despropósito en el debate político de hoy. Mas tal sinsentido viene, como todo, planificado desde un gabinete que vende la vida política como se venden calcetines, perfumes o motos. Se introduce en la conversación cotidiana una idea, un tema del que hasta entonces no se quería o no se podía hablar para que se vaya reblandeciendo, como las sobras de un pollo que se ha quedado duro y que nadie se quiere comer. Luego ya, una vez que está en esos hablares del día a día, bien alimentados por la prensa, ¿cómo no se va a hablar de ello y a proponer como algo sensato? La gente habla de ello, ergo... Se prepara la croqueta y nos la tragaremos todos, algunos con deleite estético y otros con lenidad.
Llevamos años hablando de “líneas rojas”, expresión que no significa nada. Quienes saben de esto, saben muy bien que esa línea es muy delgada. La delgada línea roja era, en la novela de James Jones que lleva ese título, la que separaba la locura de la cordura. En la espléndida e insuperable película de Terrence Malick es la dibuja la piel, la encarnación del ser humano que vive en un escenario bélico. En el habla de hoy, la delgada línea roja no es la que separa la verdad de la mentira, porque esas dos categorías hace mucho que no juegan en esta liga, sino la que divide el instante en el que dije digo del instante en el que dije Diego. Y así, los ciudadanos asistimos estupefactos a las maniobras orquestales de una clase política que, en efecto, vive su propia aniquilación como legisladora del bien común como un goce estético de primer orden. 

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8
Ago
2023
El móvil cargado de futuro
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SD

No deja de ser extraño que por todas partes nos asalten afirmaciones que dejan entrever que nuestra época es la época, el culmen de la historia de la humanidad, hacia la cual se dirigían las fuerzas que han guiado la historia. Nada nuevo bajo el sol. Es probable que cualquier época habida y por haber haya pensado o piense de sí misma algo similar, y desde esa convicción haya emitido o emita en el futuro juicios por doquier respecto a épocas pasadas. Del futuro solo podemos hipotetizar, pero respecto al pasado basta con leer algunos de los textos representativos, sobre todo de aquellos momentos en los que los que escribían se consideraban a sí mismos poco menos que el fin de la historia.
Nuestra época no solo se caracteriza por la convicción –más que suposición– de que hemos aquilatado la moral definitiva, desde la que podemos mirar atrás con superioridad (y en no pocas ocasiones con un desconocimiento palmario y unas generalizaciones abusivas que meten miedo) y anticipar ese fin de la historia, ahora sí, el definitivo y bueno. Nada de lo que consideramos hoy un dato moral –un hecho fijo e inmutable, más que un valor pendiente de validación– será siquiera revisado por la historia, pensamos. Es lo que tienen los finales, que lo que viene después ya no cuenta, como el gol que mete un futbolista al cuarto de hora de acabado el partido. Uno sospecha que nada se ha acabado, pero los escribanos parecen vivir como si así fuera.
Un ejemplo que ilustra esta cierta necedad (de nescio) es esa tendencia tan hodierna a ver gente con teléfonos móviles en cuadros históricos. Cualquiera que tenga un mínimo de cultura y de memoria histórica ve misales, devocionarios o rosarios, pero no tabletas o iphones. Sin embargo, nadie parece ver un artilugio del futuro que aún no sabemos interpretar. No. Se ven teléfonos móviles, porque pensamos que los pintores estaban anticipando el fin de la historia en el que vivimos, tras el cual ya no habrá nada nuevo. Me temo que el libro que suele portar Santo Domingo se habrá convertido, en su día, en un ebook. Pero ese ya no nos vale para ilustrar la anécdota de las pieles muertas. Algo se ha perdido. Feliz día de SD.  

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