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Sep2010Receptio
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Sep
Ahora sí que sí se acabó el capítulo. Vuelta a casa, gracias a Dios, que como en casa en ningún sitio (cosa que se suele decir cuando se aparece poco por ella). Creo que el ambiente ha sido excelente. Espero que los resultados también lo sean, pero eso depende tanto de los capitulares como de los receptores de las actas. La recepción de los documentos es tan importante como su génesis. De hecho, cuando nos llega a casa algún papel de vital importancia, o de burocrática importancia, nos hacen firmar el recibo. Cuentan los que saben que los decretos de Trento se recibían en fechas distintas en distintas parroquias, lo que hacía que los fieles ingeniasen todo tipo de triquiñuelas para cambiar de parroquia según para qué cosa de cara a casarse, no casarse, abarraganarse (palabra tan bella que vamos perdiendo), y sabe Dios qué cosas más. Ahora estamos en esa fase. Pocas argucias caben, salvo la de no abrir las actas, para decir que uno no se ha enterado. No hacen falta correos ni voceadores. Ahí están, a disposición de quien quiera leerlas. Yo voy a ver si me entero de qué he traducido, para, de este modo, poder decírmelo más despacio (Antonio Machado, Juan de Mairena: “Ayudadme a comprender lo que os digo, y os lo explicaré más despacio”)